Miércoles, Noviembre 23, 2011 | Por Víctor Manuel Domínguez
LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubant.org) – El 10 de noviembre no fue
un día más para los cubanos. Alrededor de medio siglo después de
supuestamente tener la 'propiedad' de una vivienda que no podían vender
o donar, podrán hacerlo tras la puesta en vigor del Decreto-Ley 288.
Aunque muchos se muestran escépticos, otros, a la caza de resolver su
situación, y algunos dispuestos a cualquier cosa para obtener ganancias
y mejorar, la mayoría considera válida la medida.
Sin embargo, un sector de la población piensa que su situación quedará
en un limbo, alejada de los anunciados cambios que acabarán con las
restricciones sobre la vivienda: los albergados.
Perdidas sus casas por derrumbes, incendios, desastres naturales, actos
de corrupción o injusticias, miles de cubanos no tienen nada que ofrecer
en el nuevo mercado que se avecina.
Familias enteras hacinadas en albergues colectivos por más de cinco y
hasta veinte años en espera de una vivienda, los albergados se preguntan
cómo serán contemplados de ahora en adelante.
Los que habitan un usufructo gratuito en la comunidad de tránsito
conocida como Miraflores, Cambute o Comodoro, temen que de legalizarlos
en esos sitios alejados de la ciudad, jamás podrán volver a su lugar de
procedencia.
"Legalizarnos aquí sería como darnos el tiro de gracia", dice Ramiro
Pérez Álvarez, un maestro jubilado, residente en Miraflores, sitio al
que arribó en 1991 tras el derrumbe de su vivienda en Centro Habana.
Rodeado de su esposa, una hija y dos nietos en uno de los 15 cubículos
en los que se divide una gran nave rectangular con paredes de
mampostería y techo de fibrocemento, Ramiro dice que su estancia en el
lugar ha sido como una muerte en vida.
Alejado -por la distancia y las dificultades con el transporte- de las
amistades y los sitios que frecuentaba veinte años atrás, expresó que la
esperanza que lo ha sostenido es ver retornar a sus hijos a Centro Habana.
"Pero con estos truenos no hay quien duerma", dice en alusión al
Decreto-Ley 288, que si bien autoriza nuevas regulaciones que considera
beneficiosas para el pueblo, a ellos, los albergados, no los menciona.
Los cubículos donde habitan no los pueden vender, pues son del Estado.
Para permutar, sólo es posible hacia otro albergue. Y comprar, ni
soñarlo, pues en los productos para el aseo y los alimentos se les va todo.
A las cercanías del albergue se accede en los ómnibus ruteros P-12 y
P-16. Luego de apearse en 100 y Boyeros, se atraviesa un desolado y
boscoso camino que conduce a Miraflores.
Allí no pagan luz, tienen mesetas, pero no cocina. El que no trajo una
de gas o una hornilla eléctrica para cocinar, tiene que hacerlo con leña.
Poseen instalaciones sanitarias, aunque no agua. La toman de los carros
cisternas asignados, o la acarrean en diversos recipientes de sitios
aledaños al centro deportivo de alto rendimiento Cerro Pelado, o de la
escuela de medicina Salvador Allende.
"Todos podrán soñar, menos los albergados", dice Ramiro. Su tejado de
vidrio no se contempla en las nuevas leyes.
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