Wednesday, July 20, 2016

Hurricane Isidoro’s Victims Are Still Waiting

Hurricane Isidoro's Victims Are Still Waiting / 14ymedio, Ricardo Fernandez

14ymedio, Ricardo Fernandez, Pinar del Rio, 19 July 2016 — "I pledge
that very soon you will have your homes," Carlos Lage Davila, vice
president of the Councils of State and Ministers, said in 2002 to those
who had lost everything and still today have not received what he promised.

Alexander Sanchez Villafranca, 33, was one of those affected by
Hurricane Isidoro. "If I had listened to my mom and had cut down the
mango tree, I would not be in this shelter. I never thought that the
wind could pull it up by the roots," he says. His home, at kilometer 1
in Santa Damiana, was reduced to rubble under the weight of the tree. He
is among the 16 families living in shelters in Portilla in Rio Seco, in
San Juan y Martinez municipality, as a result of Hurricanes Lili and
Isidore.

The place, 19 kilometers from Pinar del Rio, had been a military unit of
the Youth Labor Army (WCY), then in 1994 became a Battalion Task Force
that housed those who came to support tobacco workers, and in 1995 it
became a warehouse for oilcloth.

In 2002, after the hurricanes, they used it to receive the victims from
Santa Damiana, Forteza and Rio Seco, who had no means to rebuild their
own homes. Within a month of being there, they received a visit from
Carlos Lage Davila, accompanied by former first secretary of the Party
in the province, Maria del Carmen Concepcion, and other government and
party officials.

At first, the mass organizations delivered lunch and dinner to
residents, who were seen by a family doctor daily. Then-delegate Sergio
Carrelegua visited them frequently and at meetings urged them to be
patient and assured them that the promises would be fulfilled. "A few
months later the attentions and promises disappeared," recalls Sanchez,
now married with a daughter of six who has known no other home. "Over
time the roofs began to deteriorate and the solution from the delegate
was to remove the roofs over the bathrooms and use them to replace the
broken tiles over the bedrooms, so the toilets have no roof."

The situation gets worse in the spring because of the rains, and for the
elderly, whose health is delicate, dampness is a greater risk. "In the
rainy season you have to do everything (even the physiological needs) in
your bedroom," says an old woman to illustrate the "hell" she is living in.

"I don't know how many times I've gone to the municipal government to
demand that they help us, but they don't do anything," says Arelys
Rodriguez, Sanchez's wife, while showing off the poor hygienic-sanitary
conditions of the outdoor bathrooms. "I have to carry water from the
neighbors' house, because the raised tanks are uncovered and are filled
with decomposing frogs, bats and even pigeons. I'd die before I drank
that water," she says with disgust.

Sanchez talks about his effort in agriculture, the work he does as a
laborer, hoping that a relative living in the United States will help
get her out of the hostel and he can buy a house. Meanwhile, her little
daughter Thalia flits around her. That little girl, with her innate
curiosity and boundless naiveté, manages to help Sanchez forget for a
moment the neglect and misery that surrounds her.

Source: Hurricane Isidoro's Victims Are Still Waiting / 14ymedio,
Ricardo Fernandez – Translating Cuba -
http://translatingcuba.com/hurricane-isidoros-victims-are-still-waiting-14ymedio-ricardo-fernandez/

Tuesday, July 19, 2016

Las víctimas de Isidoro siguen esperando

Las víctimas de Isidoro siguen esperando
RICARDO FERNÁNDEZ, Pinar del Río | Julio 19, 2016

"Me comprometo a que muy pronto tendrán sus casas", dijo en 2002, siendo
vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Carlos Lage
Dávila a los que habían perdido todo y aún hoy siguen sin recibir lo
prometido.

Alexander Sánchez Villafranca, de 33 años, fue uno de los afectados por
el ciclón Isidoro. "Si le hubiese hecho caso a mi mamá y hubiera cortado
la mata de mango, ahora no estaría en este albergue. Nunca pensé que la
fuerza del viento pudiera arrancarla de raíz", cuenta. Su casa, en el
kilómetro 1 de Santa Damiana, quedó reducida a escombros bajo el peso
del árbol. Él forma parte de las 16 familias que habitan en los
albergues de Portilla en Río Seco, municipio de San Juan y Martínez, a
consecuencia de los ciclones Lili e Isidoro.

El lugar, a 19 kilómetros de Pinar del Río, que había sido una unidad
militar del Ejército Juvenil del Trabajo (EJT), en el año 1994 pasó a un
Batallón de Fuerza de Trabajo que albergaba a los que venían a apoyar
las labores agrícolas del tabaco, y en 1995 se convirtió en un almacén
de tela de tapado.

En 2002, con el paso de los ciclones, los usaron para recibir a los
damnificados de Santa Damiana, Forteza y Río Seco, que no contaban con
medios propios para reconstruir sus hogares. Al mes de estar allí,
recibieron la visita de Carlos Lage Dávila, acompañado de la ex primera
secretaria del Partido en la provincia, María del Carmen Concepción, y
otros funcionarios del Gobierno y el Partido.

Al principio, las organizaciones de masas entregaban almuerzo y comida a
los residentes, que eran atendidos diariamente por un médico de familia.
El entonces delegado Sergio Carrelegua, los visitaba con frecuencia y en
las asambleas los instaba a tener paciencia y asegurar que lo prometido
sería cumplido. "Unos meses después desaparecieron las atenciones y
promesas", recuerda Sánchez, ahora casado y con una hija de seis años
que no ha conocido otro hogar. "Con el tiempo comenzaron a deteriorarse
los techos y la solución que dio el delegado fue quitarlos a los baños
para reponer las tejas rotas de los cuartos, por eso los baños no tienen
techo".

La situación empeora en la primavera a causa de las lluvias, para los
ancianos para quienes, por su delicado estado de salud, mojarse supone
un mayor riesgo. "En tiempo de lluvia hay que hacerlo todo (también las
necesidades fisiológicas) dentro del cuarto", cuenta una anciana para
ilustrar el "infierno" en el que vive.

"No sé cuántas veces he ido al Gobierno municipal a exigir que nos
ayuden, pero no hacen nada", dice Arelys Rodríguez, esposa de Sánchez,
mientras muestra las escasas condiciones higiénico-sanitarias que tienen
los baños a la intemperie. "Tengo que cargar el agua para tomar desde
casa de los vecinos, porque los tanques elevados de los albergues están
destapados, les han sacado ranas, murciélagos y hasta palomas en estado
de descomposición. De esa agua no bebo ni muerta", dice con asco.

Sánchez habla de su esfuerzo en la agricultura, el trabajo que hace como
obrero, la esperanza de que un familiar que reside en Estados Unidos le
ayude a salir del albergue y pueda comprar una casa. Mientras,
revoloteaba a su alrededor su pequeña hija Thalía. Esa niña, con su
curiosidad innata empapada de ingenuidad logró hacer olvidar por un
instante el abandono y la miseria que la rodeaba.

Source: Las víctimas de Isidoro siguen esperando -
http://www.14ymedio.com/nacional/victimas-Isidoro-siguen-esperando_0_2037996181.html

Sunday, July 17, 2016

Érase una vez en un país de vándalos

Érase una vez en un país de vándalos
Los campos cubanos se han convertido en tierra de nadie
Sábado, julio 16, 2016 | Alberto Méndez Castelló

LAS TUNAS, Cuba.- Conductas agresivas, daños a la propiedad, falta de
respecto entre las personas, ruidos ensordecedores en los vecindarios,
transitar semidesnudos en la vía pública, suciedad comunal y "consumo
desmedido de alcohol" que "desencadena" delitos, están presentes hoy en
la sociedad cubana, "asociado a factores de educación formal y cívica de
las personas" y favorecido por un "ambiente de permisividad social y
noción de normalidad" en unos casos, mientras en otros influye el
"actuar ineficiente de entidades responsables", dijo este 6 de julio el
informe de Trabajo Comunitario de la Asamblea Nacional del Poder Popular
reunida en La Habana. Y ése informe, entre eufemismos y sofismas, dijo poco.

Al final de la primavera pasada un agricultor, mi vecino rural, sufrió
el más grande desastre que un hombre de campo puede soportar: ver sus
sembrados destruidos a manos de gente perversa.

Los tallos de maíz con las mazorcas a medio granar, cortados a
machetazos, y el sembrado de yuca arrancado de cuajo, con las raíces al
sol, semejaban los destrozos del viento huracanado.

"Fue como si gente borracha o loca hubiera estado divirtiéndose
haciéndome daño", me dijo el pobre hombre en un susurro.

Pero el dolor de esos destrozos los he sufrido en lo personal. A unos
nueve kilómetros de nuestra casa en la ciudad, poseo la tierra que
perteneció a mi padre, a escasos 300 metros del muy transitado Circuito
Norte, la carretera que enlaza a Puerto Padre con el puerto de Nuevitas
en la provincia de Camagüey.

Fuera un excelente sitio mi tierra paterna para establecer sembrados,
fundar crianza de ganado de raza o levantar una finca de recreo con
árboles maderables y frutales que sombreasen las lagunas, como en los
buenos días de mi padre, si por allí no merodearan los vándalos a cada paso.

Hace años, con martillos y patas de cabra, desbarataron mi cabaña, el
refugio levantado con mis manos. Y hace apenas unas semanas, cortaron
más de mil plantas de mi campo de maíz cuando ya espigaba. El maíz que
pudo rendir más de 300 libras de grano para personas necesitadas.

Pero sin dar oportunidad a gente hambreada que carece de harina y no
tiene dinero para comprar pollo, los vándalos cortaron mi maíz destinado
a grano para darlo de forraje a sus caballos.

De esa misma forma mi padre debió perder más de 100 mil pesos en ganado
a mano de los vándalos.

A hurtadillas sacaban un caballo o una vaca del rebaño, poco importaba
que fuera un semental o una lechera y, sacrificándolos dentro de un
cañaveral, sólo tomaban un poco de carne, mientras el resto se pudría
bajo el sol en espera de la llegada de la policía al "lugar del suceso".

Eso ocurría a la vista de personas que hacía años no probaban una sopa
de costilla de res "como Dios manda", al decir de mi madre, y ni qué
decir de un buen bistec.

"Pero más bandoleros que los cuatreros son los que me prohíben vender
mis toretes a los carniceros", decía mi padre, y los policías lo miraban
de reojo, en silencio, mientras levantaban acta del "hurto y sacrificio
ilegal de ganado mayor" junto a las reses despanzurradas, y sobre sus
cabezas volaban las auras, esperando para su hartazgo.

Aun así, en honor a la verdad, ocasiones hubo donde en sus incursiones
por unas pocas libras de carne de vaca o de caballo, los vándalos
favorecieron a nuestros vecinos, quienes, yéndose los policías de la
"escena del crimen", corriendo llegaban primero junto a los restos de
los animales muertos que las mismísimas aves carroñeras volando.

Eso sucedió en los años 90 del siglo pasado. Y no sólo lo sufrió mi
padre en la tierra que ahora es mía pero resulta dudoso cualquier empleo
que quiera dársele. Eso les ocurrió a muchísimos ganaderos en toda Cuba
y ahora puede ocurrirme a mí. Fue una de las tantas plagas que asoló a
este país cuando aquella crisis a la que a alguien se le ocurrió llamar
Periodo Especial en Tiempo de Paz. El que ahora dicen que se avecina.

¡Qué nombre tan grandilocuente para la ruina! Pero ya a los cubanos no
los engaña nadie: saben que la miseria no tiene nada de especial. Unos
lo sufrieron en carne propia y otros por las historias de sus padres y
en consecuencia se preparan. Nos preparamos.

"Estoy pagando 50 pesos por noche más un litro de leche de regalía para
que me cuiden las vacas", me dijo ayer un amigo que posee un buen hato
lechero.

"Eso significa que la producción de tu mejor vaca va al bolsillo del
guardia", dije.

"Así mismo, pero al menos si el guardia se queda con el dinero de la
leche, salvándola de los ladrones yo me quedo con la vaca," dijo mi amigo.

"Pero eso resulta un círculo vicioso", dirá el lector avezado. Y no le
falta razón; pero téngase en cuenta que la lógica de mi amigo es la del
cubano que vive en Cuba, el país que de primer productor de azúcar de
caña del mundo se transformó en un país de vándalos. Algo de cierto
habrá en aquello de "sin azúcar no hay país".

Y es que en Cuba estamos necesitados de despojarnos de eufemismos y
sofismas como los tan repetidos en La Habana por asambleístas nacionales
y extranjeros para determinar cuáles vándalos son peores: si los que
roban campos de maíz destinados a alimentar seres humanos para darlo
como forraje a sus caballos, o los que promulgan leyes prohibiendo el
comercio entre ganaderos y carniceros, haciendo competir a los cubanos
con las auras. ¡Sí señor, haciendo que mujeres, hombres y niños, corran
tras piltrafas al compás del vuelo de las aves carroñeras!

Source: Érase una vez en un país de vándalos | Cubanet -
https://www.cubanet.org/mas-noticias/erase-una-vez-en-un-pais-de-vandalos/