Friday, April 8, 2011 | Por Gladys Linares
LA HABANA, Cuba, abril (www.cubanet.org) – Emigrar para La Habana en
busca de mejores oportunidades no es algo nuevo. Pero en 1959, a medida
que se agudizaban el desempleo y la escasez, el número de inmigrantes
comenzó a crecer. El municipio Diez de Octubre es uno de los más
densamente poblados de la capital. Sólo en el barrio de Lawton hay más
de 24 mil habitantes. Sin embargo, a pesar del crecimiento poblacional,
el incremento del número de viviendas ha sido ínfimo. Es por eso que
para buscar espacios las familias se han visto precisadas a acudir a
cuantos inventos se pueden imaginar.
Por supuesto, una vez improvisada la vivienda, las personas requieren de
los servicios básicos, como agua corriente (o al menos potable),
electricidad, instalaciones sanitarias, etc. No está de más decir, que
cualquier gestión en este sentido resulta infructuosa en muchos casos, y
en otros se demora bastante. Algunas personas se atreven a instalar
estos servicios por su cuenta, y es así que, por ejemplo, rompen las
aceras buscando conectarse al servicio de agua. Los apagones, por otra
parte, obligan a muchos a salir a la acera en busca de ventilación.
Poco a poco, la gente ha comenzado a emplear la acera como extensión del
reducido espacio que habitan. Es frecuente ver a grupo de personas
sentados afuera de su casa, conversando, gritando, bebiendo ron, con la
música muy alta.
-¡Pedro, saca la mesa y vamos a romper con el dominó! –se escucha.
Mesas, sillas, dominó o ajedrez ocupan la acera, impidiendo el paso de
los transeúntes sin tener en cuenta las reglas de convivencia social.
Hace poco, vi a un ciego tropezar con las rejas de un garaje, que, según
la última moda, abren para afuera.
Otro día, una mujer salió a cocinar a la acera.
-¡No me interesa que me critiquen, pero tengo que escoger el arroz aquí
porque allá adentro me ahogo del calor! Y cuando acabe saco la cocinita
y cocino aquí mismo.
No es este el único problema del hacinamiento en la ciudad. Hace unos
días inspector de vivienda llamo la atención a una señora que, en un
pequeño espacio, acondicionó una sala, y para tener acceso a la calle
construyó los escalones en la acera. La señora, indignada, protestó:
-¿Qué es lo que usted quiere, que yo no pueda sentarme a descansar? Si
hago los escalones adentro, no me cabe ni un sillón.
Un amigo que vino hace tiempo de Camagüey, que vive agregado con sus
suegros, comentó:
-El gobierno se ocupa de construir en otros países, pero para nosotros
todo son trabas. Si nos dieran facilidades, no serían pocos los que
construirían sus casas, porque a nadie le gusta vivir agregado y
hacinado. ¿Quién no aspira, al menos, a procurarse un techo y vivir
decorosamente?
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