Última actualización Saturday, 12 November 2011
Por ANGEL SANTIESTEBAN PRATS
- Lo último que ha podido subsistir del patrimonio de los cubanos es la
vivienda, debido a la voluntad totalitaria de Fidel Castro, que dispuso
por más de 50 años que todo era de su propiedad y solo él decidía qué
era de quién y cuándo dejaba de serlo.
Un edificio habanero: estampas de la desidia.
Por suerte o por desgracia, el hogar es lo único que no se permitió
sacrificar para sobrevivir la debacle por más de cincuenta años. Pronto
aquella prohibición de venta de los bienes y raíces, quedará en el recuerdo.
A la población cubana, en la década del ochenta, se les despojó de las
joyas heredadas de sus ancestros; ancianas que, por satisfacer a sus
hijos y nietos y aliviarles la extrema pobreza, entregaron sus alhajas a
cambio de unos billetes "chavitos", que sólo tenían valor en una tienda
dispuesta para la ocasión, donde los precios de los artículos eran
irrisorios. Y todo funcionaba como un robo porque no existían otras
tiendas donde pudieran obtenerse esos productos que no tenían nada de
especial, que no fuera la ocasión de adquirirlos.
En aquellos tiempos poseer dólares era penalizado, con sanciones de
años de cárcel. La población enfrentaba el engranaje perfecto de un
chantaje gubernamental que dejaba muy mal situada, ante los familiares,
a aquellos dueños de las heredades que se negaban a perder el sacrificio
y la memoria de sus antepasados. Al final, las ancianas que entregaron
hasta sus anillos de compromiso, reliquia que exhibían en sus manos como
vitrina de profundos sentimientos, lo hicieron con una mezcla de dolor y
satisfacción por complacer a sus familias, pero les quedó la percepción
que fueron timadas al igual que los indios a la llegada de los
españoles, cuando intercambiaron las pepitas de oro por vidrios de colores.
Un pueblo como la caña: exprimido
El Estado también les compró sus jarrones de porcelana, plata y oro, los
cuadros de pintores que sus antepasados colgaron para admirar en sus
paredes, muebles de estilo. Riquezas que fueron a las arcas de los
políticos o de sus familias y duermen en cajas de seguridad en bancos
extranjeros. Quito lo del holocausto porque se me hace un exceso,
aquello fue por la fuerza y les sacaban hasta los dientes de oro.
La sociedad cubana ha sido saqueada espiritual y materialmente como la
caña, que en múltiples ocasiones es pasada por el trapiche y pierde la
consistencia, se deshace en bagazo y polvo. Lo doloroso es que todo
ocurre bajo el silencio total, égida y complicidad de los funcionarios e
intelectuales cubanos que se ahorraron los comentarios por el miedo que
siempre les acompaña en su alma artística. Callaron ante el gran robo
que significó aquel cambio de joyas por panes. Una vez no cumplieron
aquel papel tan cacareado de que el intelectual es la voz de la
sociedad, su abogado defensor, la memoria viva. Pero prefirieron darle
la espalda al pueblo y a la historia que los recogerá en su justa medida.
Pero las circunstancias han cambiado tanto para la cúpula gobernante,
que no le ha quedado más opción que revisar sus medidas extremistas y
abrir el banderín, siempre en aras de su beneficio, olvidando los
repetidos y extensos discursos que aseguraban que "la propiedad privada
jamás regresaría a Cuba". ¿Se han preguntado cuánto dolor debe causarle
a Fidel Castro ver como se le desvanece en vida todo el castillo de
naipe que nos obligó a visualizar, a creerlo como si fuera cierto y lo
hubiéramos palpado? ¿Qué debe estar sucediendo y qué planes tienen que
han comenzado a devolver algunas pequeñas libertades que antes quitaron
y que les hace sentir que pierden su apreciado "poder"? Con seguridad es
la misma sensación de impotencia de los amos cuando obligados vieron
partir a sus esclavos libertos. Porque no debemos engañarnos, ninguna
medida de este Gobierno jamás será para mejorar al pueblo ni siquiera,
para devolver las libertades y derechos que le corresponden al ser humano.
El derecho de nacer… ¿en el lugar equivocado?
Esta semana entró en vigor el decreto-ley para la compraventa de casas,
algo que ya se venía pregonando. Pero hace más de un año también, como
por "casualidad", comenzaron en Cuba, después de 50 años de inmovilismo,
a actualizar los Registros de la Propiedad. Todo se ha hecho con la
mayor urgencia. Ha sido un llamado obligatorio a las empresas estatales,
y de ineludible gestión de los ciudadanos para cualquier trámite con su
vivienda. En cada municipio se han abierto las oficinas para asentar en
los libros al propietario actual. Un movimiento con la mayor premura y
presión. Saben que el tiempo se les acaba. Para ello se han entregado
los locales para dichas oficinas, impartidos pequeños cursos de
adiestramiento, impreso modelos que en la marcha han corregido, entrega
de computadoras, archivos y material de oficina. Las visitas del
Director Provincial de Justicia, y de los funcionarios políticos, es
constante. Ellos también son presionados a otras instancias. Tienen que
responder a cuánto asciende lo registrado a partir que se recibió la
orden. El primero que comenzó la tarea, desde sus funciones como
Presidente del Gobierno (Alcalde de La Habana), Juan Contino Aslan (que
en paz descanse su pequeño poder), fue relevado del cargo, hasta ahora
en "plan piyama" (dicen que por hacer lo mismo que sus antecesores y
modelos políticos, entregar casas a sus amantes).
El Gobierno de Cuba no hace ningún movimiento que no le resulte una
compensación. Pero en este caso, toda la parafernalia nos lleva a que la
verdadera intención es la de recoger las antiguas propiedades
pertenecientes a los viejos propietarios que abandonaron el país o
fallecieron en Cuba.
El objetivo es borrar el pasado. Cuando el Estado obtenga en su poder
todas las viejas propiedades, las harán desaparecer y ante el Registro,
solo quedarán las propiedades actualizadas. Ningún propietario
"nacionalizado" a partir del 1959, ni sus herederos, podrán reclamar
algo que no existe ni pueden probar documentalmente.
El país que se desangra
Quizá algunos se hayan llevado las propiedades al exilio, pero fueron
los menos. Y podría creerse que es un gesto loable de los Castro para
asegurarles a los cubanos que no serán echados a la calle cuando el
inevitable cambio político asome; pero eso sería una ingenuidad. La
razón real es que el grupo de poder intenta esconder sus propiedades
familiares, que fueron confiscadas o inventariadas después de la partida
de sus propietarios originales. Dentro de la gran montaña de movimiento
de papeles que conllevan dichas inscripciones se perderán las
personales. De paso, asegurarles a sus generales y acólitos que tampoco
perderán sus intervenidas posesiones que les entregaron cuando llegaron
al poder.
Los cubanos, en este carnaval de pequeñas libertades desconocidas, en
su desesperación de cambiar su realidad, en el anhelo de hacer cumplir
algunos sueños, sobre todo el de emigrar, podrían vender sus hogares.
Los que desean quedarse en la isla, piensan en lo inmediato, que el
dinero resolverá todas sus necesidades de prioridad: comer, vestir y
dormir sin la tortura de no saber qué comerán al día siguiente. El
Gobierno ya se ha encargado de advertir que "no se responsabiliza por
las malas decisiones de los propietarios y luego de gastar el dinero
terminen en viviendas en mal estado y les ocurran derrumbes, o se vean
errantes sin un techo donde dormitar".
Una vez más, nos preguntamos qué función tuvo esta supuesta revolución,
qué se supone que se hizo para garantizarle al pueblo una vida segura
con igualdad de derechos. ¿Qué ganamos por padecer una dictadura por más
de cincuenta años si al término nos encontramos vendiendo lo único que
poseemos, o mejor dicho, fue lo único que pudimos guardar? Y lo peor,
que un Estado "socialista", se desentiende de su pueblo, que fue su
único estandarte y justificación en esta larga marcha de agonía.
El saco del Comandante
De niño pensábamos que el "coco" vendría por nosotros, por nuestro
cuerpo, venía a recogernos por no comernos toda la papa (entiéndase
boniato), o por no acostarnos temprano. Luego de crecer sabemos que el
hombre del saco sí pasó por nuestras vidas, y se llevó en su fardo más
que las riquezas y pertenencias familiares, las vidas y los sueños de
mis abuelos, padres, hermanos, amigos, las mías a las que aún me aferro
con las uñas y los dientes para que no sean arrebatadas, y ya manipula
la de mis hijos y ahorita, si se lo permitimos, la de los nietos.
El Estado cubano, por más de medio siglo, se ha detenido frente al
monstruo del "capitalismo" que describía en crítica constante, niños que
asustaba conque "viene el coco", y ha sido tanto su estudio minucioso
del original, que por reflejo ahora se ha convertido en su imagen, "el
hombre del saco que viene a llevarnos", así nos asusta con el
capitalismo la propaganda comunista.
Los cubanos hemos sido estafados. El Estado socialista lentamente va
cediendo las ideas con que quiso eternizar la dictadura, un franco
retroceso al capitalismo. Con las diferencias que ahora se estará más
desprotegido porque no se tiene el conocimiento ni la infraestructura
familiar ni social, para enfrentar y sostener una vida con dignidad.
La gran diferencia radica en quiénes son los únicos ganadores del
cuantioso sacrificio de millones de cubanos en este más de medio siglo.
La familia Castro vive en mansiones lujosas, poseen varios autos, yates,
viajes constantes, negocios prósperos, fortunas y propiedades en otros
países, en definitiva, disfrutan de una entrada económica que les
permite vivir como millonarios.
El principio del siglo XXI ha comenzado a ser su final. Intuyen que se
les acaba el tiempo. Lo único que no saben es cómo y qué idear para que
su familia mantenga su estatus y riquezas, y asegurar, por supuesto, que
luego no sean devueltas al pueblo cubano.
Mientras prolongan las estrategias de ventajas usureras de los
gobernantes Castro, los sueños de los cubanos de libertad y próspera
economía, se aplazan, continúan en plena postergación.
http://cafefuerte.com/2011/11/12/vivienda-en-cuba-pequena-memoria-de-la-estafa-gubernamental/