Propietarios del pasado
LAURA RODRÍGUEZ AMARO | La Habana | 6 Ene 2016 - 12:36 am.
De paso por las calles de Centro Habana, La Habana Vieja y otros
municipios capitalinos se encuentran esos letreros obsoletos, escondidos
entre la arquitectura, y apenas legibles por el paso del tiempo:
"Roseland", "La Elegante", "Joyería Corona", "Bolsa de La Habana"...
Ante semejantes destellos a menudo me ha venido a la mente aquel
libro-archivo de Guillermo Jiménez Soler: Los propietarios de Cuba 1958,
cuyas páginas registran muchas de esas propiedades que ahora vemos como
sombras borrosas en portales, en viejas vidrieras o en fragmentos de calles.
Publicado por primera vez en 2006 por la editorial Ciencias Sociales, y
Premio de la Crítica al año siguiente, el volumen de este historiador y
periodista cubano constituye, en palabras de su prologuista Oscar
Zanetti, "un complemento inestimable dentro del caudal de conocimientos
que nuestros historiadores han acumulado", y también "un valioso recurso
analítico para quienes investigan la historia económica como para los
estudiosos de la realidad social y política del período republicano".
Pero, más que un complemento o un recurso, yo diría que se trata de una
pieza clave y valiosísima por sí misma.
Excomandante del Ejército Rebelde y del MINFAR, exocupante de cargos
directivos en el MININT y el MINREX, y colaborador de Granma
Internacional, Jiménez Soler declara en las introductorias "Palabras al
lector" que todas sus obras —Las empresas de Cuba 1958 (Ediciones
Universal, Miami, 2000), a la que se suma la presente y las ya
anunciadas La burguesía en Cuba y El capitalismo en Cuba— están
"preservadas de prejuicios ideológicos, de subjetivismos involuntarios
del autor o de cualquier juicio hermenéutico proveniente de otros".
Sin embargo, Jorge Ibarra —se incluye en esta edición el texto leído por
Ibarra a propósito de la presentación del libro— hace notar el "atinado"
cambio que introduce Jiménez Soler en el título a la edición de 2008:
donde dos años antes se leía Los propietarios en Cuba 1958, ahora se
lee: Los propietarios de Cuba 1958. No hay ni que decir que con esta
modificación preposicional se anula todo empeño de "objetivación" o
neutralidad del autor a la constante ideológica.
Los propietarios de Cuba 1958 es, en esencia, una gran compilación. El
tomo consta de 550 fichas ordenadas alfabéticamente. Fichas sobre los
550 miembros más destacados de la burguesía cubana justo en el momento
del triunfo de la Revolución.
Además de una breve información biográfica y una serie de datos de
índole familiar y personal, las fichas relacionan las empresas y otros
bienes poseídos por cada uno de los "fichados", así como sus cargos en
la arena política o en instituciones de carácter cívico, religioso,
cultural, etc. Lo más interesante —y quizás el verdadero "gancho" de
este volumen— es que al lado de cada nombre el autor coloca una
calificación, del 1 al 5, según la importancia económica de la fortuna
en cuestión.
Surge, por supuesto, la pregunta sobre los modos de cuantificar tal
importancia. Jiménez Soler lo resume así: "la valoración que se presenta
se elaboró atendiendo al número y al tipo de propiedades, a la
proporción de los intereses en cada una de ellas y a su número y peso
dentro de la estructura económica característica del país que, según los
rubros y servicios de su especialidad, establecía un nivel dado de
rentabilidad y, por tanto, su ingreso personal, presumiblemente en
consonancia con estos activos".
Buscando a los más ricos entre los ricos —los calificados con el número
uno— encontraremos muchos nombres de industriales azucareros, como José
Arechabala, Manuel Aspuru, Jesús Azqueta, Eutimio Falla, Antonio
Miyares, Alejandro Suero, Julián de Zulueta, José Bernardo Rionda y los
Higinio y Alfonso Fanjul; también a banqueros como Juan Gelats y Carlos
Núñez, y el presidente de la Compañía Cubana de Teléfonos, Antonio
Rosado, y por supuesto al judío-venezolano Julio Lobo, la principal
fortuna individual del país.
La única mujer dentro de esta categoría es Elena Santeiro, una de las
principales propietarias de bienes inmuebles en el sur de la Florida. Y
la ficha más extensa es la de Fulgencio Batista. Es a él a quien más
páginas dedica Guillermo Jiménez; de nadie se brinda tanta información
como de Batista.
¿Cómo leerán semejante libro las nuevas generaciones? Están los
historiadores e investigadores a los que se refería Zanetti, pero
también están aquellos para los que Los propietarios de Cuba 1958 puede
ser como una gran ficción, continuación de aquellos relatos pintorescos
que le solían hacer abuelo y bisabuela. Una ficción donde, entre otras
cosas, se narran chismes económicos, políticos, domésticos y judiciales
de unos personajes que habitan un pasado de telenovela.
Pienso en lectores ya acostumbrados a una Cuba arruinada, devastada,
para quienes la palabra "propiedad" está tan vacía y despojada de
sentido como la estirpe de un apellido fundada por algún tatarabuelo. A
esos lectores, la lectura atenta de Los propietarios de Cuba 1958 puede
resultarles una experiencia bastante extraña.
Porque más allá de los nombres propios, del "quién era quién" al cierre
del año 58, las páginas del libro están llenas de centrales azucareros,
de fincas ganaderas y arroceras; papeleras, refinerías, destilerías,
licoreras, navieras, torrefactoras; fábricas de materiales de
construcción, de gas doméstico; agencias de autos, firmas de
arquitectura, bancos, hoteleras, balnearios, clubes, urbanizadoras,
aseguradoras, periódicos, petroleras, estadios, publicitarias,
aerolíneas, farmacéuticas, ferrocarriles, textileras...
Imaginemos que todo lo anterior se despliega ante nuestros ojos a la
manera de un mapa. Los propietarios de Cuba 1958 es también una suerte
de maqueta: la de un país posible, que se vuelve más fantástico y lejano
cada día que pasa.
Guillermo Jiménez Soler, Los propietarios de Cuba 1958 (Ciencias
Sociales, La Habana, 2006).
Source: Propietarios del pasado | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1452036969_19275.html
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