Tuesday, November 18, 2014

Habana ¡cómo me dueles!

Habana ¡cómo me dueles!
YOANI SÁNCHEZ, La Habana | 16/11/2014

Ser habanero no es haber nacido en un territorio, es llevar ese
territorio a cuestas, no poder desprenderse de él. La primera vez que
caí en la cuenta de que pertenecía a esta ciudad, tenía siete años.
Estaba en un pueblito de Villa Clara, tratando de alcanzar unas guayabas
en una rama, cuando un montón de chiquillos de aquel lugar nos rodearon
a mi hermana y a mi. "¡Son de La Habana! ¡Son de La Habana!" chillaban.
En ese momento no entendíamos tanto alboroto, pero con el tiempo nos
dimos cuenta que nos había tocado un triste privilegio. El haber nacido
en esta urbe venida a menos, en esta ciudad cuyo mayor atractivo es lo
que pudo ser, no lo que es.

Soy totalmente urbana, citadina. Me crié en una zona del barrio de Cayo
Hueso donde los árboles más cercanos quedaban a más de quinientos
metros. Me siento hija del asfalto, del olor a queroseno, de las
tendederas que gotean desde los balcones y las tuberías albañales que se
desbordan de tanto en tanto. Esta nunca ha sido una ciudad fácil. Ni
siquiera en las postales para turistas, con sus colores retocados, se
puede ver una Habana cómoda y comprensible.

A veces ya no quiero caminarla, porque me duele. Voy subiendo por
Belascoaín, a mis espaldas me queda el mar con esa brisa que conozco tan
bien. Llego a la esquina con la calle Reina. Hay una Iglesia estilo
gótico, que cuando niña tenía la impresión que se perdía entre las
nubes. Allí vi por primera vez un árbol de Navidad cuando tenía
diecisiete años. Avanzo por los portales, dando un salto aquí y otro
salto allá. Hilillos de agua corren de algunas escaleras y una señora
intenta venderme unas cremitas de leche que tienen el mismo color de la
calle.

Ya veo el semáforo de Galiano, pero el paso se hace más lento porque hay
mucha gente. Un policía dobla la esquina y algunos se esconde detrás de
las puertas o entran a las tiendas como si fueran a comprar algo. Cuando
el guardia se haya ido, volverán a ofrecer sus mercancías en un
murmullo. Porque La Habana es una ciudad de gritos y de susurros. El que
se queda con su algarabía, nunca podrá escuchar sus cuchicheos. Lo más
importante siempre se dice con una seña, un gesto o un simple estirón de
los labios que te advierte, "cuidado", "ahí viene", "sígueme". Un
lenguaje desarrollado en décadas de clandestinaje e ilegalidad.

La calle Neptuno está cerca. He escuchado a una pareja de ancianos decir
frente a una fachada "¿Eh, aquí no era donde estaba…?" pero no he
alcanzado a oír el final de la frase. Mejor así, porque La Habana es una
secuencia de nostalgias, de recuerdos. Cuando uno la camina, es como si
transitara por el sendero de las pérdidas. Donde se derrumba un edificio
se mantienen los escombros por días, por semanas. Después hacen un
parqueo en el hueco que ha quedado, o colocan un quiosco metálico para
vender jabones, chucherías y ron. Mucho ron, porque esta es una ciudad
que ahoga sus penas en alcohol.

esta es una ciudad que ahoga sus penas en alcohol
Llego hasta el malecón. En menos de media hora he recorrido el trozo de
ciudad que en mi infancia me parecía que contenía toda la urbe. Porque
fui una "guajira de Centro Habana", de esas que piensan que después de
la calle Infanta comienzan "las zonas verdes". Con el tiempo comprendí
que esta capital es demasiado grande para conocerla. También supe que la
misma sensación de dolor la tienen quienes nacieron en Diez de Octubre,
el Cerro, el Vedado o Marianao. Da igual, La Habana muestra sus heridas
en cualquier barrio.

Toco el muro que nos separa del mar. Es áspero y cálido. ¿Dónde estarán
aquellos chiquillos que en mi niñez –y en un pueblo diminuto– me miraban
con asombro porque era habanera? ¿Querrán cargar con este fardo? ¿Habrán
terminado también en esta urbe, viviendo entre sus basureros y sus
luces? ¿Les duele a ellos tanto como a mi? Estoy segura que sí, porque
La Habana no es sólo esa ubicación escrita en nuestro documento de
identidad. Esta ciudad es una cruz que se lleva a todas partes, un
territorio que una vez que los has vivido ya no te abandona.

Source: Habana ¡cómo me dueles! -
http://www.14ymedio.com/blogs/generacion_y/Habana-dueles_7_1671502834.html

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