Ilegales hasta siempre
JORGE ENRIQUE RODRÍGUEZ | La Habana | 16 Oct 2014 - 9:10 am.
Inquietud entre cuentapropistas y población en general por las venideras 
reformas de la Ley de Vivienda. ¿Van a pasar cuchilla ahora?
"Creo que, junto a nuestra identidad de cubanos, la otra condición que 
nos distingue es la de ser, de facto, ilegales. Nuestra cotidianeidad 
está viciada de ilegalidades en todos los sentidos. Casi nada es 
nuestro, salvo nuestra prole. Se vive en un préstamo moral constante, 
condicionado en que a cada paso, en cada gestión, en cualquier 
emprendimiento, estaremos violando alguna regla que solo sabremos tiempo 
después, cuando leemos una nota de prensa sobre la exhumación de un 
decreto-ley." Son estas las conclusiones de Luisa Barrientos, 
extrabajadora de Salud Pública, mientras chequea los últimos detalles 
del albañil que labora en la ampliación de su apartamento, en un 
edificio multifamiliar en la ciudadela de Alamar.
La inquietud de ahora entre la población cubana está justificada. Las 
venideras reformas en las leyes de vivienda —que suponen entraran en 
vigor para enero de 2015— llegarán  acompañadas con acciones del Estado 
en lo referente a erradicar las ilegalidades urbanísticas. Ilegalidades 
que fueron señaladas el pasado 7 de octubre —en reunión presidida por 
José Ramón Machado Ventura, vicepresidente de los Consejos de Estado y 
de Ministros– y donde se hiso énfasis en aquellas relacionadas con el 
ordenamiento del trabajo por cuenta propia en las arterias principales, 
con los barrios ilegales y con la construcción de viviendas por esfuerzo 
propio.
En medio de la crisis devenida en Periodo Especial, el Estado cubano se 
vio obligado a permitir la reutilización de espacios comunes de las 
comunidades para el cultivo de hortalizas, vegetales, frutas, viandas y 
crianza de animales de corral, con el objetivo de sostener en alguna 
medida el consumo alimenticio que no podía garantizar a la población. El 
cómo y el hasta dónde de estas ocupaciones, quedaría en la decisión y 
aprobación de la vecindad. Estas permisividades nunca contarían con 
ningún marco jurídico o legislación legal regulatoria, aun cuando por 
lógica debía imponerse la observación de las regulaciones urbanísticas.
Cuando la crisis comenzaba a amainar, cuando paulatinamente se 
restablecieron los mercados de alimentos, cuando cultivar y cosechar uno 
mismo el alimento cotidiano ya no representaba la primera urgencia, 
estos espacios fueron reconvertidos en ampliaciones de viviendas 
particulares, improvisados parqueos colectivos de autos, o talleres de 
los más variopintos oficios.
Por otro lado, la crisis —que azotaba con más fuerza en las provincias— 
condicionaría el aumento desmesurado de la migración interna hacia La 
Habana y con ello el punto climático de la proliferación de los llamados 
barrios ilegales, comúnmente conocidos como "llegaipón".
El candente problema de la vivienda
Todo debate acerca de estas ilegalidades debe remitirse, y situar en 
contexto, al tema neurálgico que significa la vivienda, y que "la máxima 
dirección del país" no ha podido rebasar más allá de las promesas.
"Se sabe que, como promedio, en cada vivienda cubana conviven hasta tres 
generaciones de familias", advierte Tomás Díaz, extramoyista del ICRT 
que construyó hace más de diez años, con la venia de los vecinos, una 
habitación en el área común del jardín en un edificio de Boyeros.
Y agrega: "Muchos de los problemas sociales, sin pretender justificar 
nada, devienen de las tensiones generadas en los hogares, donde la 
convivencia, ya de por sí compleja, se agrava con la carencia de espacio 
vital. Con esa carga psicológica, el cubano vive su diaria existencia y 
es omnipresente desde que abordas la guagua, durante la jornada laboral, 
hasta que regresas a casa para enfrentar, además, la manutención y 
educación de tus hijos. La gente ya no quiere vivir hacinada, ni al 
borde de un derrumbe. Cuando empecé a levantar el cuartico llegaron los 
inspectores de Vivienda y especialistas de Planificación Física del 
municipio; pero solo te ponían una multa, de 600 pesos, y no regresaban 
más. Era como un acuerdo tácito que se impuso como práctica. Nunca 
hablaron de regulación urbanística alguna. ¿Tal vez no era el momento?"
Aunque en la reunión de altos directivos se insistía en que "la esencia 
de estas acciones no está en prohibir construir, sino en indicar cómo y 
dónde debe hacerse para no violar las normas urbanísticas y en tal 
sentido exigir a todos por igual", la experiencia transitada en más de 
cinco décadas dispara las alarmas de los ciudadanos.
Respecto a esta cuestión en particular un arquitecto —que comentaba 
precisamente el artículo "Integrar acciones: clave para erradicar las 
ilegalidades urbanísticas", publicado en Granma— deslizaba un detalle 
puntual: "si los arquitectos tuvieran un marco legal que los respaldara 
o una asociación a la cual tributar para que se les permitiera ejercer 
su profesión por cuenta propia, la gente buscaría los servicios de 
arquitectos para construir sus casas".
El mismo criterio suscribe el ingeniero Evelio Santana, director del 
grupo Nosotros, brigada independiente de servicios constructivos y 
diseño de interiores: "Debemos emplazar a la monotonía constructiva del 
balaustre que permea la arquitectura de las ciudades cubanas, renovar el 
diseño sin que ello implique, por supuesto, prescindir de los 
patrimonios arquitectónicos que distinguen a cada ciudad".
Según el informe presentado por Samuel Rodiles Planas, presidente del 
Instituto de Planificación Física (IPF), el conjunto de proyecciones de 
trabajo se propone "erradicar en lo fundamental las ilegalidades 
estatales en todo el país para el 2015; en el caso de las cometidas por 
personas naturales, se priorizarán cada año las de más fácil solución y 
menor afectación a las familias".
Sobre ese punto discrepan Nila Mercedes Camejo y Caridad Román, vecinas 
de un solar del municipio Cerro. "Hace más de 40 años que vivimos aquí, 
cuando era totalmente de madera y estaba declarado inhabitable. Nunca el 
Estado nos ofreció —a excepción de papel de techo cuando pasaban los 
ciclones— una alternativa mejor durante todo este tiempo. Ahora que 
podemos adquirir materiales, por nuestra cuenta, en las tiendas y 
lugares establecidos para su venta, nos amenazan con demoler lo hecho. 
Los inspectores que se personaron no eran 'independientes', sino del 
Gobierno. Es cierto que existe un decreto que exige gestionar una 
licencia de construcción; pero ¿después de casi 50 años en que nadie se 
interesó por nuestra calidad de vida nos hablan ahora de ilegalidad? Ni 
siquiera hemos hecho ninguna innovación, sino simplemente sustituir la 
madera por mampostería e instalar nuestros baños en el interior de los 
cuartos porque nos hartamos de bañarnos en colectivos. Así que aquello 
de 'menor afectación de la familia' nos resulta imposible de creer."
¿Y los cuentapropistas?
Escépticos también se muestran los trabajadores por cuenta propia, a 
quienes hace apenas dos años se les prohibió montar sus establecimientos 
y las perchas de exhibición de sus productos en las arterias principales 
de la ciudad. Damián Torres, exfutbolista, vendedor de bisuterías y 
enseres menores en la avenida Carlos III, recuerda su indignación y su 
impotencia. "No se podían ubicar los estantes en los portales de las 
casas; tenía que ser en los interiores de las mismas. ¿Cómo supone un 
transeúnte que dentro de determinada casa se oferta el producto que 
demanda? Para algo existen las vidrieras. Habría que ser muy obtuso para 
no comprender que todo lo que se compra empieza por la visibilidad 
previa del producto. Vista hace fe, dice el refrán. Es cierto que todo 
el conjunto visual de la avenida se violentaba; pero algunos de los 
afectados propusieron la alternativa de los anuncios lumínicos para al 
menos guiar al cliente, entendiendo que ello representaría un gasto 
extra, pero todo sea por el negocio. Pues resulta que para los anuncios 
y vallas también existen regulaciones urbanísticas que, además, ninguno 
de los inspectores de vivienda ni de los funcionarios de Planificación 
Física sabían a ciencia cierta dónde consultarlas."
¿Hasta qué punto serían agravantes para los cuentapropistas las medidas 
para el ordenamiento del trabajo por cuenta propia en las arterias 
principales, entendiendo que el flujo principal transita por estas, 
tanto de paseo como de compras?
"Resulta improcedente ubicar mi stand por las calles 25 o 21, por 
ejemplo, en vez de por la avenida 23", increpa un tenedor de libros que 
goza de popularidad entre universitarios y extranjeros en el Vedado 
habanero. "Cualquier medida al respecto, y espero que haya sido tema de 
análisis en esa reunión o en las que vendrán, tiene que asumir que este 
país ya no es el mismo de hace 20 años atrás. No puedes hablar de 
cambios hacia afuera si antes no te cambias a ti mismo y aceptas esa 
transformación. Todo negocio necesita de estar visible, pues en ello 
radica la posibilidad de vender más".
En ese sentido casi impugna Eduardo Abellé: "¿Afea mis máquinas de 
frozzen y churros el ornato de la Avenida 10 de Octubre? En verdad no 
puedo explicarme cómo tendría éxito mi negocio si los aparatos están 
dentro de la casa o si los ubico en la calle paralela por donde casi 
nadie transita. Si no puedo situarlas en el portal, para no afectar la 
armonía urbana, tendría entonces que reestructurar la arquitectura de mi 
casa y entonces agregaría otro problema, y gastos inmensos además del 
tiempo que se pierde gracias a nuestra eficaz burocracia. De cualquier 
modo somos ilegales siempre".
Las inquietudes entre la población en general crecen al igual que la 
incertidumbre —que propicia todo rumor— pues el Estado no ha hecho 
mención alguna sobre adelantar detalles de los temas en cuestión. Todos 
—no solo los cuentapropistas— temen al "imprevisto" que se ha convertido 
en práctica común en muchas de las decisiones tomadas por el Gobierno.
"Ahora resulta que el pueblo además tiene que ser fiscal y enemistarse 
entre sí. Así han sido todos los procesos en los que se exige la 
colaboración de las masas", anota Yoel Ríos, exprofesor de Contabilidad. 
"Me resulta lacerante que Rodiles Planas concluya que las limitantes 
para llevar a cabo la erradicación de ilegalidades y violaciones 
recaigan en los ciudadanos pues como dice: 'la población las tolera o 
asimila si no la afectan directamente'. Parece que olvidaron que cuando 
fue conveniente sostener el socialismo, allá por el Periodo Especial, 
ninguna de estas disposiciones o decretos se aplicaron ni se 
mencionaron. ¿Por qué ahora?"
La problemática es mucho más compleja que la que prefigura confrontar el 
Estado a través de sus instancias. Ni siquiera la solución —expresada 
por otro de los comentaristas al artículo de Granma— de que "el sistema 
de la Vivienda debía pasar al IPF, pues hoy es inoperante todo lo que 
allí se hace" es viable, en tanto el IPF representa otra estructura más 
en la cadena institucional; sin independencia de criterio para 
confrontar a la máxima dirección del país por su equívoco durante cinco 
décadas que ha provocado, como acepta el propio Rodiles Planas, "una 
madeja de disposiciones dispersas de difícil cumplimiento tanto para las 
entidades como para la población".
Source: Ilegales hasta siempre | Diario de Cuba - 
http://www.diariodecuba.com/cuba/1413443458_125.html
 
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