Desolación y ruinas envuelven San Miguel de los Baños
REINALDO ESCOBAR, La Habana | Julio 19, 2014
Una enorme ruina sale al paso entre los matorrales. El edificio de
fachada ecléctica era el hotel del Balneario de San Miguel de los Baños.
Hoy sólo alberga telarañas, ratas, árboles que crecen entre los muros, y
recuerdos, muchos recuerdos. Los más jóvenes ni siquiera saben que en el
país hay un sitio así, donde el agua sanadora brota de la propia tierra.
Bendecido por la naturaleza con abundantes manantiales medicinales, San
Miguel de los Baños pasó, en menos de un siglo, de la prosperidad al
abandono. Algunos vecinos creen que se trata de una maldición y otros le
echan la culpa a la probada ineficiencia del Estado. Los más afirman que
empezó a decaer cuando la villa pasó a ser administrada por el municipio
de Jovellanos que le profesaba –dicen– una envidia incurable al próspero
poblado.
Lo cierto es que aquel majestuoso edificio que deslumbraba a cuanto
viajero lo visitaba y que era centro del complejo arquitectónico y
orgullo de los pobladores, es hoy un inmueble desolado e inhabitable, a
pesar de su utilidad pública, de sus valores culturales y de su historia.
La leyenda cuenta que un esclavo llamado Miguel, escapado de su
dotación, fue quien descubrió los valores curativos de aquellas aguas.
Sin embargo, sólo a finales del siglo XIX se confirmó científicamente
que contenían un 60 % de minerales, entre ellos azufre en estado
coloidal. Los manantiales fueron reconocidos también por sus
características alcalinas y bicarbonatadas, capaces de aliviar ciertos
padecimientos de las vías digestivas y urinarias, además de otros
problemas de salud: anemia, gastralgia, dispepsia, diabetes, urticaria,
clorosis, nefritis e incluso neurastenia.
Un adinerado abogado santiaguero, Manuel Abril Ochoa, llegó a San Miguel
de los Baños en 1906 para comprobar si en aquellos manantiales estaba la
solución a sus problemas digestivos. Todo indica que la encontró porque
tomó la decisión de establecerse allí y construir el lujoso balneario.
Las obras comenzaron en 1912 y para la inauguración, en 1930, estuvo
invitado todo lo que brillaba en la sociedad cubana de la época.
Algunos tejados han desaparecido
Ya nadie puede hoy determinar dónde se encontraba la carpeta, dónde la
batería de baños para hombres, dónde la de mujeres. En qué punto exacto
de estos desvencijados salones se ubicaba el restaurante, dónde el bar,
la cocina, la cafetería; bajo cuál techo, ahora desconchado, estuvo el
almacén de víveres, la cámara fría, el consultorio médico, los
laboratorios y cuáles de estos muros quebrados separaban las 44
habitaciones, las terrazas amuebladas con cómodos sillones y las áreas
deportivas.
En su infinita buena fe, o ingenuidad, el doctor Abril dispuso que tras
su muerte las instalaciones fueran cedidas al Ministerio de Industrias,
que en enero de 1962 estaba bajo el mandato de Che Guevara. Éste se
interesó tanto, quizás por el asma que lo acompañó hasta sus últimos
días, que mandó a construir otro hotel cerca del lugar, llamado
Villaverde. Pero de esta instalación no queda ni el recuerdo.
El Balneario de San Miguel de los Baños tuvo su época dorada en los
setenta. Cubanos de todas las provincias acudían en peregrinación
esgrimiendo sus recetas médicas debidamente acuñadas. Allí se gestó una
de las primeras iniciativas de lo que hoy se ha dado en llamar Turismo
de Salud.
Pero lejos de sus aguas curadoras cayó el muro de Berlín. El socialismo
real de Europa del Este naufragó arrastrando a la Isla hacia un agujero
negro que eufemísticamente los dirigentes de nuestro socialismo tropical
denominaron Período Especial en Tiempos de Paz.
Ajenos a los sismos políticos, los manantiales siguieron brotando con
generosidad, pero los burócratas locales en su habitual oportunismo se
encargaron de desbaratar las instalaciones del balneario. Las utilizaron
primero para albergar a damnificados de huracanes, luego como oficina
del sector gastronómico y, finalmente, para realizar las fiestas
conmemorativas por la creación de los Comités de Defensa de la
Revolución (CDR).
Saquearon todo: las tazas de los inodoros, las baldosas de mármol de las
escaleras, las puertas y los marcos de maderas preciosas...
Saquearon todo: las tazas de los inodoros, las baldosas de mármol de las
escaleras, las puertas y los marcos de maderas preciosas, las camas con
sus colchones, los sillones y sofás, las sillas y mesas del comedor, los
fogones de la cocina, los grifos y lavamanos, los azulejos. Sólo se
salvaron algunas pesadas bañaderas de hierro esmaltado empotradas en el
piso. Nadie sabe a ciencia cierta a dónde fueron a parar todos aquellos
despojos del palacio.
Hoy sólo quedan los muros con sus aceros interiores reventados por el
óxido, refugio de
murciélagos y también urinario público. Detrás del edificio se mantienen
abiertas las pocetas a donde aún bajan, sorteando los escollos de los
enyerbados escalones, quienes quieren curarse de alguna dolencia.
En otro recinto sobrevive un abrevadero. Despojado de todo ornamento un
burdo tubo metálico sobresale de la pared. Debajo, una especie de
tragante borbotea de vez en cuando, como si se tratara de un latido.
El taxista particular que me saca de San Miguel de los Baños me cuenta
otros horrores que sufrió el resto de las instalaciones hoteleras de la
otrora próspera villa. Pero habla también de sus esperanzas desde que,
hace una año, el Ministerio del Interior ha tomado el control de los
manantiales con el proyecto de hacer allí un sanatorio. Me traslada el
rumor de que Eusebio Leal, sanador de La Habana Vieja, está tomando
cartas en el asunto y que "con esto de la nueva ley de inversiones
extranjeras" quizás quieran poner allí –donde ahora hay unidades
militares– un campo de golf.
No todo está perdido: los depredadores no han podido con las entrañas de
la tierra ni con las inocentes ilusiones de la gente sencilla.
Source: Desolación y ruinas envuelven San Miguel de los Baños -
http://www.14ymedio.com/nacional/San_Miguel_de_los_Banos-balneario_0_1598840111.html
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