Un nuevo aniversario
[14-11-2012]
Lucas Garve
Fundación por la Libertad de Expresión
(www.miscelaneasdecuba.net).- La Habana, capital de la mayor de las
Antillas, celebra su 493 aniversario perseguida por los recuerdos de
cuando era una ciudad portuaria donde las naves de las Flotas coloniales
llenaban su puerto, por donde siglos después los ferris y trasatlánticos
desembarcaban turistas ávidos de baile, calor y placer en una ciudad
sobre nombrada el París de América, por su elegancia y cosmopolitismo.
Hoy la noche se adueña de las ruinas que ocupan buen espacio en sus
calles. Detrás de las ventanas de las casas, se refugian las familias
cansadas de la agitación del día para cargar las pilas para el próximo
día que no será en nada algo diferente al precedente.
Mientras en La Habana light de turistas despreocupados y con divisas
fuertes para gastar se baila y se bebe al son de las orquestas, de
mezclas musicales de DJ's con rostro de efebo para regocijar a los
asistentes que parecen olvidar la ruina exterior circundante y la
depauperación interior que los agota sin darse cuenta.
Casi todos ignoran si viven el fin de una época o la apertura de un
nuevo espacio, pero lo que sí tienen en cuenta que a más velocidad en
sus vidas, pronto hallarán otro destino más feliz que el que sus mentes
les dibuja y la vida ahora les propone.
En esta Habana de las avenidas y los bulevares del Vedado y Miramar se
rueda en flamantes carros marcas Audi, Porsche, Toyota, Kia o
Mercedes-Benz llevando dentro una rutilante y joven mulata, quizás
nombrada también Mercedes, que va hacia un futuro que ella cree cierto y
seguro.
Así en la noche salen esos autos como luciérnagas de grandes faros que
iluminan de paso a los enamorados enroscados por los rincones, a los
perros vagabundos en medio de una loma de desechos junto a un tanque de
basura, a los cuerpos de los borrachos dormidos en los portales
sostenidos por columnas carcomidas por el tiempo y la suciedad acumulados.
Esa Habana no vive al sol. Su reino es la noche, la penumbra subraya su
entorno y la ambigüedad de las formas y los rostros esconden una
realidad otra, muy diferente a la que los ojos del ignorante casual
pueda distinguir.
Al sol están expuestos, los cordeles que aguantan las sábanas que se
airean luego de un lavado con el poco detergente que queda en la casa y
que empuja a la casera a revolcar el monedero una vez más y recontar los
kilos para ir a comprar un paquetico de polvo de lavar en las shoppings.
Al sol, caminan los niños que hoy con su pañoleta de pionero, mañana la
cambiarán por un pasaporte y un pasaje hacia un destino distinto, puede
ser que promisorio o también fatal, pero eso sí, será el escogido por sí
mismo y no el asignado por cualquier organismo estatal.
Bajo el sol a veces inclemente del mediodía, pasan los vendedores, los
carretilleros con frutas y vegetales a precios que asombrarían hasta en
Nueva York y París, porque un aguacate en 15 pesos, dos tomates a $ 20,
una frutabomba $ 25 o un melón en $40 infartan el bolsillo de cualquiera.
Pero nada de esto asombra ya a los habaneros acostumbrados a la fuerza a
presenciar lo que decenios atrás creyeron imposible de contemplar y hoy
lo presencian atónitos unos e impertérritos otros.
Cansados de alternativas, proyectos, experimentos y promesas de planes
de éxitos, los habaneros acaparan un cinismo burlón para compensar el
desgaste del hígado que se retuerce por tanto desastre y fracaso y lo
revelan en el río de chistes incontenibles que va de la calle hasta los
escenarios de los teatros donde despellejan la realidad nacional y
provocan la catarsis de un público que al no poder solucionar sus
problemas, al menos consiente en reírse de ellos.
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=37681
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