Urbanismo
Ruinas al por mayor
Fernando Dámaso
La Habana 07-09-2012 - 10:45 am.
Cada día colapsan en La Habana tres viviendas. La capital se ha
convertido en una urbe sucia y pestilente.
La ciudad de La Habana, "la capital de todos los cubanos", según la
propaganda del Canal Habana, se viene abajo a ritmo acelerado. De
acuerdo con las estadísticas de los últimos años, cada día colapsan 3,1
viviendas, sin posibilidades de recuperación.
Las viejas construcciones, sin décadas de mantenimiento, sucumben ante
la mirada atónita de sus moradores, cuya única opción es ir a parar a
algún improvisado y deteriorado albergue, donde se acumulan generaciones
de damnificados sin esperanza.
En 2008 ya existían 102 albergues de tránsito, las personas albergadas
eran 11.192 y había 118.564 inscritas en una lista a la espera de
cobijo. Hoy en día estas cifras son muy superiores. Últimamente se han
dedicado a la función de albergar a damnificados Círculos Infantiles
cerrados por falta de niños, debido a la baja natalidad.
El problema de la falta de viviendas, prometida su solución aún antes
del triunfo del "modelo", se ha agudizado. En los últimos años los
particulares han construido más viviendas que el Estado, a pesar de las
trabas burocráticas, la falta, baja calidad y alto costo de los
materiales, el no existir asesoramiento profesional y los problemas
constructivos y de diseño que esto conlleva.
Si en la década del 50 los barrios insalubres eran unos pocos, bien
definidos y ubicados, hoy son decenas, debido a la emigración masiva de
habitantes de las provincias orientales y centrales, que se han asentado
"a como sea", principalmente en la periferia de la ciudad, sin ningún
tipo de infraestructura (calles, aceras, acueducto, alcantarillado,
electricidad, etcétera), en busca de mejores opciones de vida.
Muchas edificaciones que a pesar de todo aún resisten, algunas
convertidas en enormes ciudadelas, representan para sus inquilinos un
constante peligro y un motivo de incertidumbre, pues día a día observan
cómo aumenta el deterioro —grietas en las paredes, desconchados en los
techos, caída de aleros, filtraciones, salideros, tupiciones— sin que
tengan posibilidades reales de asumir la reparación y salvación del
inmueble, por su complejidad, costos y necesidad de equipos especializados.
El Estado, ajeno a esta realidad, no toma cartas en el asunto,
argumentando falta de recursos. Tras cada anunciado derrumbe, se limita
a retirar los escombros y convertir el lugar en parque rústico, parqueo,
o espacio donde instalar un kiosco para la venta de productos y
artículos en moneda nacional o divisas, en espera de tiempos mejores.
Esta realidad de una capital que se viene abajo incluso sin sufrir
directamente ningún fenómeno meteorológico (lo cual sería una verdadera
tragedia si ocurriese), se ve acompañada de la tala indiscriminada de
árboles en calles y avenidas, tanto por las autoridades como por la
población, sin ningún tipo de regulaciones, sanciones ni exigencia de
reposición inmediata, conspirando contra el medio ambiente y la salud
ciudadana.
La Habana, antes limpia y ordenada, se ha convertido en una urbe sucia,
pestilente, con basura y desechos por doquier, aguas albañales corriendo
por sus calles y avenidas y sin disciplina social, donde cada quien hace
lo que le viene en gana ante la mirada cómplice de las autoridades y la
indiferencia de la mayoría de los ciudadanos.
Se han perdido y se continúan perdiendo verdaderas joyas arquitectónicas
que han formado y forman parte de la identidad nacional y de nuestra
cultura, confiriéndole sellos distintivos a los barrios, avenidas y calles.
Si no cambian las cosas, pronto solo hablaremos en pasado: donde estuvo
tal tienda, cine, restaurante, hospital, edificio, fuente, colegio… Es
una pérdida lamentable, cuya responsabilidad mayor corresponde a las
autoridades, por haberse hecho dueñas de todo, no para preservar sino
para dejar destruir la riqueza construida, acumulada y legada por
generaciones de habaneros laboriosos, inteligentes y amantes de su
ciudad, quienes de año en año la hacían progresar.
Por ahora, continuarán los derrumbes y la aparición de ruinas al por
mayor y espacios vacíos, dando la impresión de una ciudad bombardeada en
la que paradójicamente nunca ha habido una guerra, sino acumulación de
irresponsabilidad, ineficiencia, indolencia e incultura.
http://www.diariodecuba.com/cuba/12879-ruinas-al-por-mayor
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