Wednesday, August 8, 2012

Los herejes de La Panchita

Los herejes de La Panchita
Miércoles, Agosto 8, 2012 | Por Ibis Pascual

En la playa La Panchita, situada en la costa norte del municipio de
Corralillo, al centro de Cuba, las autoridades están dándole a los
moradores un tratamiento similar al que ciertos monarcas medievales le
daban a los pueblos herejes: quieren borrarlos del mapa.

Según parece, todo empezó por un conflicto con los temporadistas,
habitantes de las inmediaciones de La Panchita, que fabricaron, con
recursos propios, unas pequeñas casas en predios cercanos a la playa,
donde suelen pasar con su familia los meses del verano.

Era conocido por todos en la zona que uno de los materiales utilizados
para la construcción de muchas de estas casitas fueron raíles de una
línea de ferrocarril que había servido en otros tiempos para transportar
hasta el central azucarero la caña del CAI Quintín Banderas. Desactivada
la industria del azúcar, por una barrabasada del gobierno, esa línea
quedó inactiva. Y pronto aparecieron los "luchadores", que se las
ingeniaron para sacarle alguna utilidad particular, antes de que se
perdiera sepultada bajo tierra.

Hoy, todos los pobladores de la zona se preguntan qué hacían los
dirigentes de este municipio cuando veían a diario a cientos de
temporadistas construir sus casas, utilizando esos mismos raíles de
línea que ahora andan buscando como perros sabuesos, como si no supieran
dónde están. ¿Por qué, si conocían que se estaban robando a diario
decenas de kilómetros de estos raíles del ferrocarril, no se hizo una
investigación detallada de los hechos? ¿Por qué se permitió a los
temporadistas que compraran y utilizaran en sus construcciones esos
materiales robados? ¿Por qué se les dio autorización legal de
construcción, acreditada por entidades gubernamentales, tales como la
Dirección de Arquitectura y Urbanismo y la Dirección Municipal de la
Vivienda?

El caso es que los dejaron terminar sus viviendas. Y luego se los
llevaron presos para exigirles que denunciaran a las personas que les
habían vendido los raíles. No consiguieron que los temporadistas
denunciaran a sus abastecedores. Pero tampoco lo necesitaban, porque ya
ellos habían decidido de antemano expropiarles las casas.

Hasta este momento han decomisado más de 77 viviendas de los
temporadistas. En algunos de los casos los propietarios han sido,
además, multados. Otros han recibido las tres opciones impuestas:
decomiso de la vivienda, pago de multas elevadísimas, y prisión
domiciliar durante seis meses. En tanto, sus casas pasaron a manos del
estado, sólo de momento, ya que muy pronto serán demolidas, algo que
también pudo haber estado en el plan de las autoridades.

Pues la historia todavía no termina. Ni parece que vaya a terminar así
de fácil y de rápido.

De improviso, todos los habitantes de La Panchita, ya no únicamente los
temporadistas, sino todos los que allí nacieron y han vivido siempre,
oyen decir a diario que también sus casas van a ser expropiadas y que
ellos serán trasladados a otra zona, sin opción, pues las autoridades
tienen "planes especiales" para aquel territorio costero.

Aunque nada se les ha informado oficialmente, observan a diario el
trasiego de autos lujosos y de barrigones con aspecto de pejes gordos
que vienen a inspeccionar el lugar. Y corre el rumor (tal vez echado a
correr por las propias autoridades) de que serán mudados para unos
edificios del "tipo conejeras" que planean construir en potreros
alejados de la costa.

De hecho, ya todos los nativos conocen de antemano que desde "La
Placita" (el mercado agropecuario de la playa), hasta el mismo mar, no
quedará casa alguna en pie. Pues hay una comisión de factibilidad que ya
está trabajando en el nuevo proyecto, sin que medie aún, repito, aviso
alguno a los propietarios de todas esas casas.

Y mientras, ¿qué opina el pueblo al respecto, qué dice y qué hace? Unos
pocos tramitan administrativamente el asunto, porque son personas
"integradas" al sistema, así que no les conviene armar alboroto. Otros
alegan que tienen que pagarles centavo a centavo todo el dinero que
invirtieron en la fabricación de sus viviendas. Pero la mayoría de los
habitantes de La Panchita está haciendo suya la palabra y la opción de
"plantados", es decir, que se han lanzado a convocar a los vecinos para
que queden sentados en sus casas cuando se produzca la ya inminente
llegada de los equipos de demolición.

El argumento popular es que todo el rollo de los temporadistas fue
propiciado por el gobierno del territorio, pues La Panchita es la única
playa en la que no habían podido instalar un centro turístico. De manera
que el verdadero propósito del gobierno ha sido siempre crear las
condiciones para agregar esa zona a otros renombrados centros de
recreación que ya posee, como El Salto, Ganuza y Sierra Morena, en la
costa norte de Villa Clara. Enclaves turísticos que aportan ganancias
económicas muy superiores a lo que puede aportar ahora La Panchita, con
todas sus casas y sus pobladores juntos.

Veremos qué ocurre, pero parece claro que los habitantes de La Panchita
no podrán quitarse de encima el sablazo del desalojo, hagan lo que
hagan. Pues no existe en Cuba ninguna ley que ampare al ciudadano de a
pie en este tipo de litigio contra el todopoderoso Estado.

http://www.cubanet.org/articulos/los-herejes-de-la-panchita/

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