La Habana, condenada a desaparecer
Demasiados años de abandono harían demasiado caro restaurar su horizonte
urbano
Martes, marzo 14, 2017 | Eduardo Martínez Rodríguez
LA HABANA, Cuba.- Haría falta un catastro fotográfico detallado de toda
la ciudad de La Habana, calle por calle, edificio por edificio, para que
las futuras generaciones puedan conocer cómo era aquella ciudad,
construida con tan buen gusto que aún hoy nacionales y extranjeros se
admiran, pero que en las próximas décadas no va a existir.
En algún momento del futuro cercano, si se hace esto, se podría ingresar
en una sala y ponerse a pasear en 3D, o realidad virtual, por las calles
atiborradas de anuncios lumínicos de comercios de todo tipo de una de
las más bellas ciudades del planeta; una ciudad que no dormía, donde la
pachanga comenzaba al atardecer y terminaba al amanecer cada día de la
semana.
Es posible todavía avanzar por una manzana y percatarse de que cada
edificio es diferente, con un proyecto retador y destacado donde se
reflejan todos los estados de la moda en diseños; la ciudad de las
columnas, de los portales, de las elegantes mansiones y edificios
espectaculares en su concepto.
Hoy esa ciudad maravilla está en ruinas y es insalvable. La Habana ha
estado abandonada durante 58 años.
Cuando un inmueble se pone muy viejo, resulta mucho más caro mantenerlo
en pie que construir uno nuevo y mejor, con mayor capacidad,
probablemente más bello y en perfectas condiciones. ¿Por qué conservar
el viejo? Eso se justifica cuando el inmueble tiene tan altos valores
históricos, arquitectónicos o de otra clase, que ameritan tal esfuerzo e
inversión.
Desgraciadamente, si ahora mismo apareciera suficiente dinero,
materiales, equipos, capital humano —incluyendo directivos, ingenieros y
arquitectos—, no serviría de mucho, pues cuando se comience a
reconstruir —digamos— a partir del Malecón rumbo al sur, primero toda la
infraestructura de la urbe tendría que ser renovada tan
concienzudamente, que cuando se haya avanzado habrá de que retroceder,
pues ya se habrá deteriorado nuevamente lo hecho debido a la ancianidad
de las estructuras.
En resumen, que como el mantenimiento debió haber sido sistemático y
sostenido y esto no ocurrió, La Habana como la conocemos está condenada
a desaparecer.
Sí cambiará el sistema de gobierno: habrá uno mejor y más adecuado.
Entonces retornarán las muy necesarias y vilipendiadas compañías
inmobiliarias, y tendrán que comenzar a pasar buldócer, sin dejar nada o
casi nada en pie. Habrá que hacer una Habana nueva desde cero, ojalá que
más bella y elegante. Ese Malecón, aunque aún bonito, podría ser incluso
mejor que el que se está haciendo en Dubái.
¿Por qué las inmobiliarias privadas? Porque se ha demostrado que ningún
gobierno realiza ciudades espectaculares o edificios asombrosos, pues
nunca podrían gastar miles de millones en ni siquiera uno solo.
El Gobierno cubano, con una economía supuestamente centralizada, recepta
todo el dinero que producen las empresas de este país, y con este genera
un presupuesto nacional e invierte, se supone, donde más se necesita.
Sus prioridades nunca serían levantar rascacielos o edificios de reto
que cuestan una enormidad. Eso lo hace el capital privado y en Cuba no
existe, no está autorizado.
En el sitio web de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información y
en la Gaceta Oficial apareció la Ley del Presupuesto del Estado para el
año 2017. Por primera vez en 58 años y después de muchísimas críticas y
demandas de transparencia, se publicó éste, aparentemente detallado en
su totalidad.
En estos presupuestos, o al menos en este, no existen porciones del PIB
destinados a nuevas urbanizaciones o reconstrucciones en gran escala, a
pesar de que esto tiene carácter urgente.
Décadas atrás, por los años setenta, existió un Plan Maestro para la
reconstrucción de Centro Habana (nada que ver con el Centro Histórico,
donde Eusebio Leal ha realizado tan gran trabajo casi a pulmón).
En este plan comenzó a hacerse lo necesario. A la altura de las calles
Zanja y Hospital, en Cayo Hueso, se vació la manzana, se demolió casi
todo y se construyeron edificios de 12 plantas donde cupo la población
desplazada, pero este proceso solo avanzó tres o cuatro manzanas y se
detuvo para siempre. Hoy, en el municipio más densamente poblado del
país la mayoría de las edificaciones está en mal estado.
Para este año en el presupuesto de la nación solo se habla de
microsubsidios y créditos para reparaciones o construcciones nuevas que,
cuando más, alcanzan para hacer un baño y un cuarto.
Ni pensar en inmobiliarias para la población, aunque existen y se están
desarrollando subrepticiamente, pero para los extranjeros que pagan bien
y dejan ganancias. Tal es el caso del Club Havana, al oeste de la
capital, y ahora en la muy poco urbanizada playa de Santa María del Mar,
donde han autorizado a compañías europeas a fabricar hoteles y otras
facilidades para turistas.
La población está construyendo a su aire, pero casi siempre con muy
escasos recursos, sin plan, ni estética, ni concierto con el entorno.
Incluso, en ocasiones, sin permisos. Las leyes y normas urbanísticas
son, al parecer, letra muerta.
Para los militares, en cambio, sí hay proyectos algo más grandes. Por
ejemplo, la urbanización del Reparto Maravilla, en Alta Habana. Allí
entregan las viviendas totalmente amuebladas y equipadas, con incluso
calentadores solares en sus techos, a precios muy bajos para miembros
del Ejército y el Ministerio del Interior (MININT).
Pero no todas estas urbanizaciones destinadas a la clase en el poder
tiene la calidad del Reparto Maravilla. En el proyecto similar que
hicieron al fondo del Casino Deportivo, en el Cerro, los edificios son
de muy mala calidad y peor vista. Muchas de las losas prefabricadas
utilizadas como cubierta se ven a simple vista desalineadas y
desniveladas. Por otra parte, debido a la mentalidad de miseria, no se
construyeron garajes.
En cambio, el pasado año, cerca de la Ciudad Deportiva, construyeron un
edificio de muy amplios apartamentos, con garaje incluido, para altos
oficiales quienes sí tienen el automóvil que "toca por plantilla".
En tanto, las familias de escasos recursos, los emigrantes ilegales del
interior del país y otros, edifican como pueden y donde pueden.
Recientemente, en el reparto Miraflores Viejo, en una zona llamada El
Albergue, quedé asombrado por la gran cantidad de (no sé si llamarlas
así) viviendas; covachas mitad mortero y bloques, mitad planchas de zinc
o maderas viejas.
Se trata de personas necesitadas que han construido un barrio totalmente
insalubre, sin calles, alcantarillado o plan; sin orden ni concierto.
Sobre los trillos se ha edificado a diestra y siniestra, mientras
montañas de basura se acumulan en las esquinas. Aquí la electricidad
llega por tendederas, y el agua… por casualidad.
Esto sucede hoy en toda la enorme periferia de la ciudad, aunque
asimismo lo encontramos en zonas céntricas, como en la famosa carretera
de El Husillo, en Puentes Grandes.
Este barrio-albergue originalmente fue para familias que habían perdido
sus viviendas por derrumbe. Se inició en las abandonadas facilidades de
una desactivada fábrica y su almacén, a un costado de una amplia zona
cercada, muy bien cuidada y vigilada por diversos medios electrónicos
donde están las Direcciones de Criminalística y de Informaciones (SUIN)
del MININT. En su parte sur, frente a la Calzada de Perla, han derribado
un bonito bosquecillo de viejas casuarinas y también construyen un
reparto militar. Por supuesto que no es para los albergados, quienes
llenarían diez complejos como este, o probablemente más.
Gracias al abandono y a la ineficiencia e indolencia oficial, la ciudad,
todas las ciudades cubanas, se van transformando en enormes suburbios
marginales donde las personas sobreviven a duras penas.
Los subsidios y los créditos de los que habla el Estado parecen un mal
chiste.
En Cuba, azotada por frecuentes huracanes, según estimados oficiales
como los del último censo se necesitan más de 200 000 viviendas con
techos rígidos o "de placa" (hormigón armado). Pero edificar así cuesta
mucho. Y los diminutos préstamos que concede el Estado no alcanzan
siquiera para financiar un baño como Dios manda.
En Cuba se necesitan edificios muy resistentes. Los techos ligeros
vuelan en los ciclones y no hay un sistema de seguros que cubra
semejante pérdida, por lo que los afectados deben esperar por la
"generosidad" del Gobierno; algo que muchas de las víctimas del Sandy en
Santiago de Cuba aguardan aún, por no decir los que sufrieron lo mismo
más recientemente en la provincia de Guantánamo durante el paso de Matthew.
Por mi parte, cuando retornen las inmobiliarias que alguna vez el
gobierno erradicó, a lo mejor, en un futuro, va y resida en el piso 110
del Havana Trump Tower, justo en el nuevo Malecón. Si es que para
entonces aún estoy vivo y me alcanza el salario. Me gusta la idea, con
todo lo que sugiere.
eduardom57@nauta.cu
Source: La Habana, condenada a desaparecer CubanetCubanet -
https://www.cubanet.org/opiniones/la-habana-condenada-desaparecer/
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