Luces de alarma: El destino de La Habana
Posted on 17 junio, 2015
Por Leonardo Padura*
"Huracán, huracán, venir te siento…"
José María Heredia
La ciudad de La Habana se acerca a su medio milenio de existencia. La
fecha, de alta significación simbólica e histórica, será ocasión de
festejos y homenajes seguramente más que merecidos que los habaneros
disfrutarán con el orgullo de vivir en una de las ciudades más
carismáticas y singulares del mundo: una urbe desbordada y pretenciosa,
abocada al mar, pletórica de construcciones de alto valor cultural,
histórico, arquitectónico, estético…
Pero, en los días finales del pasado abril, tres horas de lluvia intensa
y rachas de vientos que llegaron a rondar los 100 km/h provocaron el
colapso de amplias zonas de esta ciudad casi medio centenaria, ubicada,
desde siempre, en área de tormentas veraniegas, y en la ruta de los
frentes fríos enviados desde el continente y de los devastadores
huracanes tropicales.
Tormenta con derrumbes
El resultado de la breve tormenta de abril resultó dramático y
revelador: tres derrumbes totales, varios parciales, inundaciones en
amplias zonas de varios municipios habaneros, daños menores en muchas
viviendas con problemas de cubierta y hermeticidad y muchas pérdidas de
bienes materiales de los moradores de las áreas más afectadas por las
inundaciones provocadas por el vendaval.
Las imágenes que han circulado por diversos medios, incluidos los
oficiales, han sido impactantes. Autos arrastrados por las aguas,
ómnibus cargados de pasajeros inundados por la lluvia, gentes en la
calle con al agua a la cintura, casas demolidas como si las hubiera
afectado un terremoto de alto nivel en las escalas telúricas.
Todo este panorama, producido por una breve tormenta con ráfagas en el
rango en que pueden moverse los anuales vientos de cuaresma, ha vuelto a
despertar el ancestral temor de los habitantes de la isla (presente
entre nosotros incluso desde épocas precolombinas), en este caso
específico de los habaneros, ante lo que pudiera ocurrir si, en la
lotería meteorológica en que participamos cada año, nos toca recibir a
un huracán de media o gran intensidad, con varios días de lluvias
copiosas y fuertes vientos sostenidos… Sencillamente podría ser el
apocalipsis.
Lo ocurrido con la última tormenta de abril demostró otra vez
situaciones y realidades que todos conocemos y padecemos: el estado
precario de mucha infraestructura, la insuficiente capacidad de
evacuación del sistema de alcantarillado de la ciudad, los problemas con
la recogida de desechos sólidos y el elevado estado de deterioro del
patrimonio constructivo de una capital en la que viven alrededor de dos
millones de personas. Pero, de esos habitantes de la ciudad, una
cantidad más que notable vive en zonas envejecidas y mal conservadas y
muchas otras en "asentamientos" o barrios emergentes casi invisibles,
pero existentes y cada días más numerosos y poblados, en los que un
porciento abrumador de viviendas han sido construidas con materiales
inapropiados, en zonas vulnerables y no urbanizadas y, por supuesto, sin
los requerimientos técnicos más elementales.
Alarma de más intensidad
Una nueva luz de alarma se ha encendido. O la que hace años está
encendida se ha vuelto más intensa.
¿Cómo se puede responder al peligro latente que nos acecha y evitar el
desastre? Obviamente no se trata ya de soluciones individuales, aunque
estas son necesarias y pueden aliviar los daños, pues cada ciudadano que
consiga mejorar las condiciones físicas de su vivienda correría menos
riesgos ante lo que alguna vez, inevitablemente, ocurrirá. Solo que las
condiciones económicas de las familias más amenazadas (vulnerables) no
les permiten -no se lo han permitido en muchísimos años- encarar los
costos de una reparación profunda de un inmueble y, mucho menos, la
construcción de uno nuevo. Los precios actuales de los materiales de
construcción y de la mano de obra resultan prohibitivos para quien
dependa de un salario oficial cubano.
Las soluciones que hasta ahora han dado el Estado y el gobierno no
resultan suficientes, pues los planes de renovación de viviendas, de
entrega de locales estatales a familias albergadas o necesitadas y la
construcción de nuevos inmuebles nunca alcanzan a cubrir las necesidades
acumuladas y mucho menos a anticiparse a las que se podrían crear ante
el peligro del azote de un huracán intenso. Incluso, los métodos de
saneamiento de los alcantarillados (que se complica con los problemas de
recogida de "basura") han demostrado ser ineficaces en muchas áreas de
la capital, donde se producen estancamientos de agua, desbordamientos de
arroyos, colapsos de desagües sanitarios, con los consiguientes daños
esenciales y colaterales.
Resulta evidente que se impone buscar nuevas alternativas que, sumadas a
viejos planes y lentas soluciones hasta ahora aplicadas, aceleren un
proceso de recuperación de las áreas urbanas de la isla, especialmente
de la capital cubana, donde se concentra el mayor por ciento del área
construida del país, envejecida y mal conservada, tratada por años con
remedios y no con curas definitivas. E incluso con desidia.
Al filo de su medio milenio de existencia, La Habana ha mostrado otra
vez, con tres horas de lluvia, su vulnerabilidad física. Salvar la
ciudad, mejorar la vida de sus moradores es un reto enorme pero que no
admite más dilaciones… o… lo que ya sabemos. Como el poeta Heredia todos
podemos sentir cómo se acerca el huracán.
*Escritor y periodista cubano, Premio Princesa de Asturias de las Letras
2015. Este artículo apareció en La Esquina de Padura en IPS y se publica
en CaféFuerte con el consentimiento del autor.
Source: Luces de alarma: El destino de La Habana | Café Fuerte -
http://cafefuerte.com/cuba/24556-luces-de-alarma-el-destino-de-la-habana/
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