Tuesday, December 17, 2013

Vivir en un albergue - la tragedia de miles de cubanos

Vivir en un albergue: la tragedia de miles de cubanos
Domingo, Diciembre 15, 2013 | Por Lilianne Ruíz

LA HABANA, Cuba, diciembre de 2013, www.cubanet.org.- La pobreza en la
que vive la mayoría de los cubanos -y a la que se adaptan, gracias a los
minuciosos mecanismos de poder que han impuesto 54 años de terror de
Estado-, no es una fatalidad insalvable. Bastaría con que el gobierno
cubano respetara todos los derechos humanos, abriendo el juego político
y económico, para mejorar las condiciones de vida de los habitantes de
la isla.

La miseria se agrava cuando tampoco se tiene dónde vivir, ni se cuenta
con recursos económicos para rentar, edificar o comprar una casa. Se
estima que, tan solo en el municipio de Centro Habana, 6 mil 201
familias (24 mil 584 personas) están afectadas por la condición
inhabitable de sus viviendas. De esa cantidad, solo 125 familias están
ubicadas en las llamadas comunidades de tránsito: albergues colectivos,
como se les conoce en Cuba.

Pero esos datos no ilustran acerca de lo que significa para una familia
vivir albergada. Hay que traspasar el umbral de las cifras para ver de
cerca el verdadero rostro de la tragedia.

El "Albergue Colectivo" de San Rafael 417, en Centro Habana

Según los que allí viven, en el edificio hubo antes una fábrica de
almohadillas sanitarias (íntimas, en lenguaje cubano). No faltan los
carteles decrépitos con alguna consigna comunista. El salón está
dividido en diferentes cuartos donde se agrupan las pertenencias de los
que han ido a parar a ese sitio Lo que parece ser el baño es de hecho
una letrina. Tampoco se ve por ninguna parte una pila de agua corriente.

Iverlysse Junco tiene 29 años. La puerta de tablones de madera del
cuartucho donde vive con su esposo y sus 4 hijos, crea una falsa ilusión
de privacidad. Todo luce precario y feo, pero impresiona ver el blanco
de los pañales con que cubre la cunita de su bebé de un mes de nacido.
No ha descuidado su arreglo personal a pesar de que no espera a nadie;
guarda su dignidad en la limpieza y el orden que mantiene en los 4 x 4
metros donde viven.

Hace 6 años salió de un "solar" en peligro de derrumbe. La habitación no
tiene una sola ventana. Lo primero que nos muestra detrás de una cortina
es otro tablón de madera corredizo que da a la calle. "Cuando vinimos
estaba completamente cerrado, pero un día no soporté más la falta de
aire y agarré un serrucho para hacer ese agujero", dice. "Lo malo es que
ahora mi esposo y yo no podemos salir juntos, porque uno de los dos
tiene que quedarse para cuidar que nadie entre a llevarse nuestras
cosas. Vinieron a ponerme una multa, nada menos que por alterar la
fachada. Pero le dije al delegado de la circunscripción que ellos
conocen muy bien mi situación".

En una improvisada meseta de cocina tiene un par de hornillas eléctricas
donde lo hace todo: desde cocinar hasta hervir los pañales, como es
costumbre entre las madres cubanas que no tienen cómo pagarse el lujo de
los pañales desechables, que supone un costo superior al salario de un mes.

El bebé está resfriado a consecuencia de la humedad: tiene que tender la
ropa allí dentro. El agua se la pide a un vecino de la cuadra. Les deja
llenar los cubos que luego transportan a un tanquecito en una esquina de
la habitación. Esa agua tan limitada tiene que servirles para lavar,
fregar, cocinar y bañarse en la misma habitación. Parte de su rutina de
todos los días es mantener el depósito lleno. Pero con otras necesidades
no hay arreglo; tienen que orinar y defecar en un cubo destinado para
ese fin y luego salir a verterlo por la alcantarilla, en la calle.

"Aquí todo es duro. Lo más difícil es levantarse por la mañana y tener
que estar vigilando a la gente para poder salir a botar el cubo. El
cloro para limpiar y el aromatizante no me pueden faltar".

Su esposo trabaja en demoliciones, por eso ella está al tanto de la
cantidad de derrumbes que ocurren, especialmente cuando llueve.

"¿Cuando salgo yo de aquí? Los derrumbes van a seguir porque La Habana
se está cayendo".

Aunque Iverlysse y su esposo trabajen mucho, se ven reducidos a la total
dependencia del Estado. En un sistema colectivista, que condena la
propiedad privada y el libre mercado, la hipotética solución consiste en
que, no con el esfuerzo propio, sino con el trabajo colectivo, la
familia de Junco obtendrá una casa donde vivir.

En la práctica, la sociedad ha quedado sometida al control y la
planificación estatal. La felicidad de la familia de Junco dependerá
entonces de que su expediente sea privilegiado ante los ojos del
funcionario, que el próximo 20 de diciembre deberá decidir si, entre las
900 casas que se otorgarán en toda la provincia de La Habana -después de
priorizar los "casos" que llevan 20 años albergados, esperando-,
califica la suya como suficientemente afectada por una situación extrema.

"Ya he ido a la Provincia (Oficina de Vivienda) y al gobierno. Tres
veces fui a la Plaza de la Revolución y siete veces escribí cartas al
Consejo de Estado. En todas las ocasiones la respuesta fue: Tiene que
esperar. Hay casos peores que el suyo. ¿Qué puede ser peor que esto?",
se pregunta Iverlysse .

Las cifras de la cantidad de albergados y de personas a la espera de
serlo, fueron ofrecidas por la Unidad Municipal de Atención a las
Comunidades de Tránsito (UMACT) del municipio Centro Habana, por una
persona que pidió anonimato. El dato de las 900 casas que serán
otorgadas el próximo 20 de diciembre lo aportó una trabajadora de
vivienda que tampoco quiso revelar su nombre.

Source: "Vivir en un albergue: la tragedia de miles de cubanos |
Cubanet" - http://www.cubanet.org/?p=54814

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