Thursday, September 12, 2013

Un buen árbol y una buena sombra

Un buen árbol y una buena sombra
FERNANDO DÁMASO | La Habana | 12 Sep 2013 - 9:14 am.

Los desmanes contra el arbolado se extienden por pueblos y ciudades.
Tanto instituciones como ciudadanos parecen haberle declarado la guerra
al color verde.

Cuando se proyectó y construyó la Avenida 26 en la denominada Ampliación
de El Vedado, hoy conocida como el Nuevo Vedado, desde la Fuente
Luminosa hasta la Calle 23, disponía de amplios paseos laterales,
caracterizados por anchas aceras y árboles cada 10 o 20 metros. Además
de embellecerla, los árboles tamizaban la luz y el sonido, reducían la
densidad de polvo en el aire y contribuían a regular la temperatura y la
humedad relativas, ofreciendo su sombra a los transeúntes. La Avenida
Kohly, que partiendo de su entronque con la Calle 37 se reencontraba con
26 dos cuadras antes del Parque Zoológico, tenía su amplio paseo central
sembrado de adelfas.

Con el paso del tiempo, la irresponsabilidad, el maltrato y la desidia
acumulada, tanto los árboles como las adelfas fueron desapareciendo, y
hoy solo sobreviven unos pocos de los muchos que existían, habiendo
desaparecido cerca de dos centenares y la totalidad de las adelfas.

Las causas han sido varias, desde fenómenos meteorológicos y accidentes
del tránsito, que los inclinado o derribado los árboles sin que nadie se
preocupase por salvarlos o reponerlos, hasta vecinos inescrupulosos que
han aprovechado estos hechos para deshacerse de ellos, llegando a sellar
con cemento los espacios de tierra que ocupaban frente a sus viviendas,
considerándose dueños de las aceras, sin que ninguna autoridad haya
tomado cartas en el asunto.

El desmoche indiscriminado, bastante ajeno a una poda de calidad, que
realiza cada año antes de la temporada ciclónica la Empresa Eléctrica,
así como otras muchas barbaridades —quemarlos, secarlos vertiendo
petróleo en sus raíces—, cometidas tanto por las autoridades como por
los particulares, han hecho el resto.

Esta situación de las Avenidas 26 y Kohly se repite en sus calles
paralelas y transversales como una mortal epidemia; en este caso,
además, amparada en que, al no ser vías demasiado transitadas, la
impunidad es más manifiesta y cada quien hace lo que le da la gana con
los árboles frente a su vivienda o aledaños, utilizando para su
eliminación los más descabellados pretextos, desde la molestia que
causan sus ramas al batirlas el viento o las hojas que caen y tupen los
tragantes del alcantarillado, hasta el absurdo de plantear que se
incrementan los mosquitos y otros insectos y, con ellos, las molestias.

Otras avenidas y calles de la ciudad se encuentran en las mismas o aún
peores condiciones. Los desmanes contra el arbolado, incluido el de los
parques, son fáciles de comprobar tanto en El Vedado y Miramar, que
fueron lugares privilegiados por su profusión, como en Santos Suárez,
Arroyo Apolo, Víbora Park, El Sevillano, Luyanó y otros repartos que
también disponían de ellos, sin hablar de la situación trágica de
algunos enclaves urbanos donde prácticamente han dejado de existir,
donde el asfalto y el cemento son dueños absolutos del paisaje.

Aunque el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente parece ser
el encargado de establecer la política al respecto, además de actuar
coordinadamente con el Instituto de Planificación Física, hasta ahora su
actividad apenas se materializa en la propaganda, a través de los medios
masivos de comunicación, en cifras sobre el índice de áreas verdes que
se ofrecen con poca o ninguna incidencia real en la crítica situación
del arbolado de nuestras ciudades y pueblos.

Decir que actualmente este índice en la ciudad de La Habana puede
considerarse medianamente alto (18 metros cuadrados/ habitante) no es
suficiente. Más si para argumentar esta afirmación se incluyen el Jardín
Botánico Nacional y el Parque Lenin, que no se encuentran dentro de la
ciudad, sino en la periferia.

La realidad es que en Cuba no se respetan ni se cumplen las indicaciones
de estos organismos y, lo que es peor aún, nadie responde
institucionalmente por el mantenimiento, protección y reposición de los
árboles en nuestras calles y avenidas, lo cual hace que, por una u otra
razón, muchos organismos y personas les hayan declarado la guerra, según
sus intereses particulares o necesidades, destruyéndolos sistemáticamente.

Esta situación, además de colaborar al deterioro acelerado de nuestras
ciudades como lugares habitables con buenas condiciones
higiénico-sanitarias y ambientales, afean el entorno al abrir espacios
desérticos en un país tropical donde, si algo no debiera faltar nunca,
sería un buen árbol y una buena sombra.

Es necesaria la educación ciudadana desde las más tempranas edades con
relación a la importancia de los árboles, pero también son
imprescindibles medidas concretas urgentes y efectivas para su
restablecimiento donde han desaparecido, y para su protección, donde aún
existen, si queremos que el color verde regrese para quedarse.

Source: "Un buen árbol y una buena sombra | Diario de Cuba" -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1378896450_5001.html

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