Tres generaciones bajo un techo, una sola comida al día y mucha 
preocupación por el futuro cuando los precios de los alimentos ha 
aumentado astronómicamente en los últimos cinco años
Iván García / Especial para martinoticias.com 14 de febrero de 2012
Hacen una sola comida al día y desayunan café sin leche y un panecillo 
desabrido de 80 gramos sin mantequilla. Y no siempre. "A veces nos 
comemos el pan de la libreta por la noche, porque a menudo nos quedamos 
con hambre después de comer. Cuando eso ocurre, a la mañana siguiente, 
antes de ir al trabajo o la escuela tomamos un buche de café nada más", 
cuenta Zenaida Peña, 72 años, cabeza de familia.
En una vieja casona de la barriada habanera de Lawton, a gritos 
necesitada de una mano de pintura y una reparación a fondo, vive la 
familia Peña. Está conformada por 7 personas y forman parte de ese 40% 
de cubanos que no reciben dólares o euros.
Tres generaciones diferentes bajo un mismo techo. Cuatro, aclara 
Zenaida, pues hace un mes nació el primogénito de Yosbel, su hijo menor.
Leida, la hija mayor, hace doce años se divorció del padre de sus dos 
hijos. Yara, de 15 años, cursa el noveno grado y piensa que su futuro es 
casarse con un extranjero y marcharse del país. Leinier, de 19 años, va 
en camino de ser huésped de alguna prisión, por las reiteradas 
advertencias de peligrosidad amontonadas en su expediente predelictivo.
Leída, la madre de Leinier, cree que el jefe de sector de la policía 'la 
tiene cogida con su hijo'. "Sí, es cierto que bebe ron casi todas las 
noches y ningún trabajo le viene bien. Imagínate, con los salarios que 
pagan, él quiere vestir a la moda e ir a discotecas. Con mi trabajo de 
oficinista no puedo satisfacer sus gustos. Aunque quiero que cambie, 
entiendo los motivos de mi hijo y otros muchachos del barrio para 
refugiarse en la bebida".
El problema es que Leinier no solamente toma ron. Al igual que un alto 
por ciento de  jóvenes habaneros, a quienes el futuro se les antoja una 
mala palabra, también prueban emociones más fuertes. Y los fines de 
semana hacen una colecta entre amigos y adquieren  marihuana, pastillas 
de Parkisonil o cualquier otro alucinógeno que los ponga 'en las nubes'.
Leinier tiene dos pasiones, el béisbol y las computadoras. Seguir la 
pelota es fácil. Como sus tardes son ociosas, coge el P-6 y se dirige al 
viejo Estadio del Cerro, a disfrutar de un partido de Industriales. Ya 
'cacharrear' en un ordenador no es tan fácil. Nadie en su familia tiene 
uno. "A veces juego o aprendo cosas en la computadora de un amigo", dice.
Zenaida, la abuela, es jubilada y devenga una pensión de 197 pesos (8 
dólares) que se diluye en comprar arroz y hortalizas. También es la 
encargada de cocinar la única comida caliente al día.
Yosbel, el hijo menor, vende granizado en la Calzada de 10 de Octubre. 
Como promedio gana 60 pesos diarios. "Todo lo que me busco se va en 
comida. Mi preocupación es que ahora tengo un chamaco recién nacido. 
Gracias a vecinos de la cuadra duerme en una cuna. Quisiera reunir 
dinero para comprarle un cochecito y ropitas nuevas. Trato de no 
preocuparme por el día de mañana. Pero me inquieta mucho el futuro de mi 
hijo, mi mujer y mi familia. No veo cómo podemos mejorar nuestra 
situación", expresa.
Zenaida tiene su propia teoría sobre las carencias y dificultades. "Los 
pobres nunca dejaremos de estar jodidos. Pero quisiera que los 
gobernantes cubanos supieran que hay familias que nunca reciben un 
centavo de dólar. Que lo poco que ganan se evapora comprando arroz y 
apenas podemos alimentarnos como Dios manda. Por eso, porque no tengo la 
solución a nuestros problemas, desde la 11 de la mañana me pongo a oír 
novelas por la radio y a hacer cábalas, a ver si acierto con un número y 
me saco la bolita (lotería criolla) y gano un dinero que me ayude a 
solucionar algunas penurias", señala.
Para ella es un verdadero suplicio lo que a diario pasa para poner en la 
mesa seis platos de comida, que pronto serán siete cuando el nieto 
empiece a comer. Zenaida se sienta en una butaca descolorida de la sala 
y en un papel, con un mocho de lápiz, va anotando.
"Mira, mi'hijo esto no es fácil. El arroz que nos dan por la libreta en 
la bodega nos dura dos semanas. Cuando se acaba, diariamente tengo que 
comprar dos libras, de las que venden por la libre a 5 pesos, 10 pesos 
en total.  A eso súmale 18 pesos por tres libras de tomate, a 6 la 
libra. Dos mazos de lechuga, a 5 pesos cada mazo, y 9 pesos por 6 
huevos, a 1.50 cada uno. Todo eso hace un total de 47 pesos. Pero no 
siempre tengo esa cantidad. Y no te dije que para cocinar necesito 
aceite y puré de tomate, que hay que comprarlos en la 'shopping', por 
divisas. Frijoles y carne de puerco comemos una o dos veces al mes, 
cuando se puede. Te juro que tengo ganas ya de morirme", confiesa.
Zenaida cree que una solución a familias pobres como la suya, sería que 
la Iglesia o el Estado abrieran comedores donde ofrezcan almuerzo 
gratuito a los desposeídos, para comer en el lugar o llevar. "En La 
Habana se formarían colas kilométricas", asegura.
Los Peña no son una excepción en la isla. Un 40% de cubanos no reciben 
remesas del exterior. O no ganan pesos convertibles por concepto de 
estimulación salarial.
El general Raúl Castro suele repetir que en Cuba los frijoles son más 
importantes que los cañones. Pero en los cinco años de su mandato, no ha 
podido lograr que los precios de los alimentos básicos estén al alcance 
de todos. Y dejen de ser un ladrón que de un tajo devora casi el 90 % de 
los ingresos familiares. Solo para comer más o menos bien.
Tampoco Castro II ha podido llevar un vaso de leche a la mesa del 
desayuno. Y sus promesas de mejorar la alimentación de los cubanos no 
satisfacen las expectativas. Si se le ha olvidado, la familia Peña se lo 
recuerda.
http://www.martinoticias.com/noticias/cuba/Asi-vive-una-familia-cubana-139276653.html
 
No comments:
Post a Comment